CONDE DE ALBA DE
LI TE
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nas, cilicios, grillos
y
adenas, sin que fal
-a1
an
1
•
las pesadas cruces, ni los aspado , con los l
r
zos
ligados entre. los filos de las espadas. Las princi·
pales y mas hermosas señoras salieron e tidas
de ásperos
saco~,
cargadas de cilicios y .con la
cabeza cubierta de ceniza. Muchos ho1nbres 11 -
vaban crucifijos en l as manos,
y
1
espaldas
deswdas, para recibir azotes de mano agena.
Dabáselos muy duros el que hacia de verdugo,
gritando en las principales esquinas: «La Jus–
t icia divina manda castigará este pecador por la
enoi·midad de sus culpas; quien tal hizo, que tal
pague.
»
Inocentes cr· att ra
e aboE teaban y
daban
go~pes
e
p
c
, lámando :
«
enor, tened
misericordia,
rd nad os -Seño ,
ya
basta de
castigo.
»
L proce: ·
0111
arch ba pav([)rosa y pau–
sada entre tan conmo edores gritos, sollozos y
suspiros, el clamor de las campanas, el ruido
de las cadenas y el estrépito de los azotes. Ha–
biendo ce ado los temblores, Lima se creyó salr
vada por la penitencia 001no la antigua
r
inive.
Pero mucho,s de los azotados enfer1naron peligro–
samente, y aun algunos murieron della a incu–
rables en la espalda ; segun lo r fiere todo el
padre Buendia en
1 ,
id
d
1
venerable Castillo .
La fama renovó la memoria de esos mi d s
y