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CONDE DE ALBA DE

LI TE

159

nas, cilicios, grillos

y

adenas, sin que fal

-a1

an

1

las pesadas cruces, ni los aspado , con los l

r

zos

ligados entre. los filos de las espadas. Las princi·

pales y mas hermosas señoras salieron e tidas

de ásperos

saco~,

cargadas de cilicios y .con la

cabeza cubierta de ceniza. Muchos ho1nbres 11 -

vaban crucifijos en l as manos,

y

1

espaldas

deswdas, para recibir azotes de mano agena.

Dabáselos muy duros el que hacia de verdugo,

gritando en las principales esquinas: «La Jus–

t icia divina manda castigará este pecador por la

enoi·midad de sus culpas; quien tal hizo, que tal

pague.

»

Inocentes cr· att ra

e aboE teaban y

daban

go~pes

e

p

c

, lámando :

«

enor, tened

misericordia,

rd nad os -Seño ,

ya

basta de

castigo.

»

L proce: ·

0111

arch ba pav([)rosa y pau–

sada entre tan conmo edores gritos, sollozos y

suspiros, el clamor de las campanas, el ruido

de las cadenas y el estrépito de los azotes. Ha–

biendo ce ado los temblores, Lima se creyó salr

vada por la penitencia 001no la antigua

r

inive.

Pero mucho,s de los azotados enfer1naron peligro–

samente, y aun algunos murieron della a incu–

rables en la espalda ; segun lo r fiere todo el

padre Buendia en

1 ,

id

d

1

venerable Castillo .

La fama renovó la memoria de esos mi d s

y