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hazer a nadie guerra, porque mas queria estarse
quieto y paziffico en sus haziendas que estar ro–
deado de soldados; que ya estaua cansado de los
ver, principalmente que no quería estar malquis-
to con Su Magestad, a ·quien auia hecho muchos y
grandes seruicios en la tierra y
fue~a
della. Y pues
que ei auia dicho su yntencion, que perdonassen por
no aceptar el cargo que le cometian, siño que bus–
cassen en
la
cibdad vn otro cauallero de los mas
principales que auia y le encargassen el tal nego-
cio porque lo baria mejor que el. Viendo los
ynt~·resados y mal yntencionados como les era dene- ·
gado el fabor y ayuda que pedían y demandauan,
y
teniendo creydo que teni<:t-n cabe<;a, para acabar
su pretenssion vieron que eran pies,
y
aquellos no
buenost pues no podían huyr de la e_xecucion de
las hordenanc;:as, por lo qual desesperauan con
grande yra y enojo. Mas con todo esto no perdie-
ron punto de esperanc;:a de alcanc;:ar lo que pedían
a Gon<;alo Pi<;arro, y assi comenc;:aron muy de 'e-
ras y con gran vehemenc;ia de le persuadir que tu–
uiesse por bien hizi sse por ellos lo que tanto ca–
uallero le demandaua y suplicaua. Vnos le dezian
que siendo tan justa la guerra
y
conquista hecha
contra los yndíos ynfieles, que lícitamente los po–
dían tener por eselauos, pues eran auidos de buena
guerra, especialmente que todos ellos comían carne
~
humana. Qt1·os dixeron que Su Magestad no podía,
ni deuia con justicia, quitalles los pueblos que vna
vez les auia dado como en dote, con sus mugeres,
para que con ellas se casassen, y que turante la
donacion no los podia quitar ningun Gouernador,
G.
DE SANTA CLARA.-II.-
I.
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