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196

Libro primero

Rede~pt~

, la qual

cri~?a est~s

tremiendo ,

~n

estas

palabra~

dos d1 sc1pu1as como hijas, dt · No

te.mas,

madre .mi-a

que no

ciéndo1e : Madre, ven : madre,

muero

ahora.

Y

dicien'do

esto

veo.

La qual

se

.le~antó

lue_gó.

mucb~s

veces,

fué

poco

á poco

con

la otra cond1sc1_pula;

como remitxéPdose

la

luz

hasta

que

despues

ambas

lo

contaron

á ml} .

del !odo

cesó ;

mas

no

cesó

la

,

chos;

y

la

cosa

fué

muy

noto~Ia

suavidad

del

olor,

antes pase·

~

todos'

y

yo

tambi~o

en

4qúel veró de

la

/mesma

manera hasta

mesmo tiempo

lo

supe.

Puqi

es-

el

segundo

y

tercero

dia. ·v

pa·

tando ellas

á

la media. n-0cQ,é juo·

sado

el

tercero

día , en Ja

noche

'to

á

la cama de la

enfer!V'~,

sú · que

despues

se siguió llamó

á

su

bita

mente

resplandeció ,.alli una .

maestra ,

y

pidió

el Viácico,

que

luz del cielo ,

que

hU,,thió

todo

es el

Santísimo Sacramento,

y

el espacio

de

aquella.

celdilla. Y

recibiólo :

y

apenas

se

habia

el resplandQr de esta claridad

apartado

la madre

y

la

orra

.era

tan gr.a.nde , que hacia estre-

condiscípula de su cama,

quan–

mecer

los

que

presentes

esta

do

súbitamente

se

comemrnron

ban:

de tal

manera..,

que (como

á oir

en

la plaza

antes

de la

<iespues ellas contaban ) todo el

pue?La

de

aquella celda dos

co–

cuerpo,., tenia como hdado

y y

ros de

cantores;

Jos

qua]es,

se–

to por la gra deza del pavor. gun que por las

voces

·se podia

Porque comenz3ron

oir un juzgar ,

parecian

de

hombres

y

sonido corpo de

mm.~ha

gente,

'mugéres ; cantando los hombres

que por la' pu r ra de la ·celda

los

Psalmos,

y

respondiendo

las

entraba;

y

la

mesma puerta cru-

rnu.geres.

Y estándose de

esta ma–

gia ,

corbo

apretada

de

los

que

rJcra

celebrando

aquellos

oficios

por e11a entraban. Y asi

sentian y

exequias celestiales , aquella

entrar muchedumbre de gente: saota ánima

salida

de las carnes

mas la

grandeza

dd

temor

y

de comeqzó

á~

subir al _cielo ,

y

la

claridad

hacia que no pudie,_

júntamente co_n

ella. iba aquel

sen

ver

nada.

Porque

el

temor

canto

y

olor

celesual:

quanto

denibaba

su

corazon;

y

la gran-

mas

su~ia

á lo alto,

menos

se

dt:!Za

de la claridad

les

escurecia

seritia acá

baxo ' ·

bast;.a que del

y

'reve;:rberaba la

vista.

Despues

todo lo uno

_y

lo

otro

Cé.

ó.

Hasta

de la qual luz sfotieron un olor aquí son

patabras

de S.

Gregorio.

de tao maravillosa suavidad, que

Muchos otros extmplos

se pu·

1

el

tetnQr

que

h2b ia

causú!o

la

dieran traerá

este

propósito;

pe·

luz ,

· templaba

la

suavidad

de

ro

estos

bastarán :

.para que se

este olor . .Mas como no

pudie~

vea quan

quieta,

quan pacífica

sen sufrir la

fuerza

de

tan

gran -

y

alegre

comumm·ote

sea

la

de luz, la enferma comenzó muerce de

los

buenos.

Porque

con una

\'OZ

blanda á co.nsolar

aunque

no

á

todós se concedan

á

la

roaest_r~

,

q

u~

alli

estaba estas señales

tan

sensibles ; pero

co·