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CAPÍTULO XVIII

147

cincuenta años, hijo de Diego Nuñez de Silva, cirnjano

portugues, reconciliado en esta Inquisicion en

13

de nlar–

zo de

1605,

murió en el Callao, año

1615

o

16,

curando

como médico, vecino

y

casado en la ciudad ele Santiago

de Chile con doña Isabel Otañez, natural de Sevilla, con

hijos; estuvo trece años preso, confesó desde sus prin1eras

audiencias ser judío, observante de la ley de 1\ioysen,

y

que queria vivir

y

morir en ella,

y

que la avia guardado

desde dieziocho años. En las audiencias en que se le recibió

juramento, nunca quiso jurar por Dios

y

la Cruz, ni poner

la n1ano al pié del Christo que está sobre la mesa del rrri–

buual para haeer tales juramentos, por decir no queria

contaminarse jurando por otro que por el Dios de Israel.

El 1nismo se circuncidó con una navaja

y

acabó de cortar

el prepucio con unas tijeras. H·iciéronse grandes dilijencias

para convertirle, llamando quantas veces quiso a _los cali–

ficadores, tratando con ellos de palabra

y

por escrito de

duelas que tenia;

y

despues de averle convencido mani–

fiestamente, negaba la autoridad a los profetas,

y

decia

mintieron, y libros enteros de la sagrada escritura,

y

se

acojia últimamente a decir que él era judío

y

avi a de mo- .

rir como tal. Dej óse crecer barba

y

cabello, como los na–

zarenos,

y

se n1udó el nombre de Francisco Maldonado de

Silva en el de Heli Nazareo, y cuando firmaba usaba dél

diciendo, Heli Nazareo, indigno siervo del Dios de Israel,

alias Silva. Ayunó en las cárceles largos

y

penosos ayunos,

y

uno por espacio de ochenta dias contínuos, comiendo ·

unas

ma~amorras

que hacia de

m~tíz,

en poquíssima can–

tidad, y estuvo a la muerte y muchos meses en la cama,

de que se le hicieron llagas en las assentaderas. Con una

soga que hizo de hojas de choclos, que pedia para comer,

se salió de la cárcel a reducir a su ley n1uerta a los den1as

presos,

y

con este fin les compuso déeimas. Escribió varios

tratados, que algunos se quemaron juntos con él, dedica–

dos a los señores inquisidores apostólicos des tos reynos,

y

decia eran contra el símbolo de la Fé del padre frai Luis

de Granada. Y con no darle recaudo para escribir, de pa–

peles viejos en que le llevaban envueltas algunas cosas

que peciia, juntando unos pedazos con otros tan sutil–

mente que parecian una pieza Inisma, hizo las hojas de