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CAPiTULO V

69

qual decia que -era Sant Dionisia, y otro desnudo y lleno

de heridas

y

las manos atadas, que era San Sebastian y

San J osep,

y

los dos de las albas decian que eran ángeles,

y el uno decia que era Gabriel, embaxador de Nuestra

Señora, y el que traya un rrétulo en la mano le avia di-

. cho que le enbiaba Jesuchristo por su ayo, y que a Sant

Dionisia pusieron una silla muy alta con muchos tercio–

pelos y un estrado, y lo pusieron el de las manos atadas

y el otro ángel, y estando así sentado, le avia echo un

sermon, diciéndola que Dios la queria mucho porque le

avia costado mucho y por ninguna cosa que hiciese no

desconfiase de Dios, y que esto no lo avia visto nadie sino

ella, que hablaría con ellos como si hablara con. otras per...

sonas-Dice otras visiones que vió. y cómo hablava con

Gabriel, el embaxador de Nuestra Señora, y con los de–

mas sanctos y cómo le aconsejaban cosas buenas. Dice la

forma en que se le aparecía el ángel, que era en figura de

hombre, sin barbas, con el cabello hasta debajo de la ore–

ja,

y

con una alba blanca, y questo avia sido despues que

estuvo mala del mal de los demonios, que avia pasado ansí:

que no se acuerda del tiempo, mas de su madre hera yda

a Arequipa, entrando en una huerta se le avia aparecido

el demonio, como un negro, echando fuego por la boca,

encima de una higuera, de lo qual salió asombrada, y

aquel dia le dió mal de un ojo, que los médicos pensaron

que le perdiera; y despues desto, una noche yendo a guar–

dar unas cal9as a una caxa, derramó un candil y el azeite

cayó sobre una saya suya y ofreció al diablo la saya, y

luego allí le dió un dolor de celebro y se le traspillaron

los dientes y dió en un frenesí, que decian que deshon–

rraba a quantos allí estaban; y luego la curaron por ende–

moniada y la exorci9aba el provincial de los teatinos y el

dicho Luis Lopez, y exorci<;ándola se avia encorporado el

diablo en ella-porque veya muchos que parecían negros,

que se le echaban encima y la atormentaban mucho y

sentia que se le ponían en la lengua

y

un gran dolor en

la cabe<;a que la parecia que la martiri<;avan con clavos–

y la decian los demonios que se bolviese a ellos

y

dexasse

a Dios, si no queria padecer aquel tormento; y así pasó

aquella noche,

y

a la mañana se avía -confesado

y

rrecebi-