VIII
LA INQUISICION DE I.IMA
de cierto valor
i
nada 1nas. Entónces, corno ahora, no he
pensado nunca en la parte relijiosa del asunto,
i
por eso,
segun verá el lector que con paciencia examine estas pá–
jinas, el sistema que he seguido es meramente espositivo
negándome yo mismo el derecho de decir con palabras
mias lo que los conte1nporáneos o actores de los sucesos
que narro de esa época, pensaban o.decían conforme a sus
, ideas ; i al obrar así, acaso en fuerza del empeño que de–
jo consignado, habré logrado estampar un libro de mas
valía que el que mis propias frases hubiesen podido formar.
Así, pues, aquí no hallará el curioso doctrinas, sino solo.
hechos, que apreciará conforme a su criterio,a su ednca–
c{on i a las tendencias de su espíritu. No puede · ocultár–
senle que en el curso de estas pájinas, mas bien, casi en
cada una de ellas, se encontrará fehaciente comprobacion
ele los humanos errores, derivados ya de las creencias del
siglo en que se desarrollaron,
ya
de las pasiones e intere–
ses bastardos de los llamados a
fig~trar
como jueces o co-
l
.
adyuvantes de los principios que trataban de aplicarse.
Pero si estas manifestaciones dejan en el alma una impre- ·
sion penosa, acaso no les van en. zaga, cuando no inspiran
compasion profunda, las confesiones o probanzas hechas asi–
mismo en este largo proceso de cerca de tres siglos por los
que en él figuran como reos. El lector distinguirá facil–
mente a cuantos de éstos, sin embargo, se les presentó como