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INQUISICIÓN DE CHILE
irechos de guerra, y con la dicha gente y un oficial–
de hacer pólvora, trayendo
á
su hijo Alonso como
maestre ele campo, emprendió la marcha
á
Chile
por el despoblado de Atacaron..
El joven Escobar contaba ya en esa fecha una
brillante hoja de servicios: se había hallado en el
sitio del Cuzco por los indios y en la pacificación
de la provincia de los Charcas, habiendo sido uno
de los ocho que en circunstancias difíciles se arrojó
á
nado pura atravesar el Desaguadero . En Chile,
después de haber recorrido la tierra hasta los pro–
manca es, de regreso á Santiago, donde se avecin–
dó, en un encuentro con los indios le entraron una
flecha por la garganta, de que estuvo much o tiem–
po enfermo. Más tarde distinguióse en el opósito
de Lautaro, y cuando llegó Hurtado de Mencloza,
salióle al encuentro con armas, cab:lllos y algunos
soldados, continuando todavía sus servicios en tiem–
po de Bravo de Suravia y de Rodrigo de Quiroga.
Vivía,
1
ues, en Santiago, cuando el domingo 9
de Agosto de 1562, conversaban en la plaza pú–
blica de la ciudad, entre otras personas, el arce–
diano maestro don Francisco de Paredes, visitador
y vicario general de estas provincias, y el padre
domínico Fr. Gil Gonzúlez de San Nicolás . En el
curso de su plática contó éste allí que según le ha-·
b.ían dicho, Escobar repetía con frecuencia que
cuando él predicaba «la letra del Evangelio , le oía
bien, y en entrando en lo moral del Evangelio se
tapaba los oídos, é otras palabras equivalentes
á
éstas.»
Al día siguiente lunes, Paredes hada llamar al
escribano Agustín Briseño para que le autorizase