EN CARTAGENA DE INDIAS
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nifestó, sin embargo, que aquello no pasaba do bur–
las, y así s e le permitió regresar á su casa con Danza
de que, siendo llamado, se presentaría al Tribunal.
En 1592 se hallaban pendientes la causa del ex–
tremefío Juan ele Her re ra, hombre .viejo, que vi–
vía en Tunj a, denunciado por un testigo ele oídas
de observante de la ley de :l\Ioisés, que había e·s–
tado on Fland es y en Roma, y que fu é preso por
el comisario y enviado
á
Lima; do cuya causa salió
absuelto en 1595, después
ele
haber sido puesto
á
cuestión de tormento;
y
la del gobernador do Vera–
gua
D.
Luis Brisefí o
~d o
Anaya, que había vi\'ido
en Flandes
y
estaba casaclo con fl amenca, denuncia–
do de haber ent rado con so ldados á una iglesia con
las mech as de los arcabuces encen did as,
y)
legado así
hasta el Santísimo; que habiendo arrastrado dentro
de una iglesia al Yicario
y
habié ndole és te excomu l–
gado, no se tenía por tal ni permitía le tuviesen;
y
que
alababa las costumbres el e los luteranos . Se le habí a
mandado ·venir desde P anamá, en cuya Audiencia so
hallaba gestionando ciertos negocios.
En el auto público de 5 el e Abril de 1592, salió P e–
dro Luis Enríquez, (<jugador y hombre perdido)), se–
villano, de eclacl de veinticl os ai'l os, cuando so co–
menzó su cau sa en Santa Fo ele Bogotá, denun ciado
de que sabía hacer pacto para tener un demonio fa–
miliar, diciendo á otro que se lo preguntaba que «eJl
un viérnes se sangrase do un brazo, y que con la
sangre escribiese una cédula al demonio, diciendo
en ella que le of't ecía el alma, y la firmase de su
nombre, y qu e la noche siguiente se arrim.ase á un
rincón é hiciese un cerco, y á oscuras y sin nin gu-