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LA INQUISICIÓN
relajado acompañaron, así en la procesión como en
el teatro, hasta que murió, el padre maestro fray
Alonso de Ayala, prior ele San Agustín, y él padre
lector fray Diego de Rojas, de la orden de San Fran–
cisco. De esta suerte salió la procesi·ón de los peni–
tentes, rematándola las escuadras que el di a antes, y
anduYieron por las mismas calles, entrando en la
plaza por las casas del capitán Matute hasta llegar
al tablado, donde, puestos por orden en g t'adas del
altar, el alguacil mayor 1\·Iateo Hamirez se los en–
ttegó á su tonion te, y se volYi ó á acompafí ar á los
señores In quisidores, que salieron en la siguiente
forma :
«Fueron los primeros que sali eron
á
caballo los
maceros del Cabildo de la ciudad, con mazas ele plata
cruzadas sobre los brazos, respecto debido al Sancto
Tribunal; lu ego, en dos hileras, por su orden, los Ca–
bildos, el eclesiástico á la mano derecha, y el secu–
lar á. la izqui erda. Otros muchos se juntaron á ca–
ballo, personas principales
y
graYes, ll evando entre
cada dos un familiar ecle iá.stico, hasta que, llegando
á
los Cabildos, iba el pl'illlero don José de Bolí–
var, contador de esta Inqui sición, en medio de un
canónigo
y
un regidor; seguiasele Bartolomé Jimé–
nez, comisario del Sancto Oficio desta ei udad, en me–
dio del tesorero de la Sancta Iglesia, don José de
Pacheco, y otro del cabi ldo de la ciudad. Iba luego el
alguacil mayor 1\lateo Harnirez,
á
quien bacian lado
el maestre-escuela, y un regidor; iba tras él en orden
el receptor Juan Ortiz, en medio de una dignidad y
regidor; siguiéndosele de la misma manera el secre–
tario Luis Blanco de Salcedo, detrás del cual iba el