GENERA~.
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empeños,
incorruptibles
en
todo
lo ·que mi–
raban como
una
obligacion '
sornet~dos
á
las
preocupaciones·
ei1
toda
su
conducta,
ponien–
do las
leyes de
su Orden superiores
á
todas
las demas ,
implacables
en sus enemistades
y
et1
todas
sus
venganzas,
y
humanos
y
ge–
nerosos
para con sus
enemigos
vencidos
6 de–
sarmados ; tales eran
en
gener;tl los Señores,
tos
Gentiles
hombres ,
y
todos
los que
por
su
nacimiento se
inclinaban
á
la
profesion
de
las
armas.
La
di~puta~
Teo16gicas,,..
y
las
g~erras
ele
religion que de
éstas se
siguiéron,
impedían
'
las costumbres suavizarse
tanto como
lo
hubieran
hecho en unos
tiempos mas
pacífi–
cos
y
mas
dichosos. Sin embargo
en
Jnedio
de
las
turbaciones que
agitaban la
Europa,
y
sobre todo
la
Francia,
y
á
pesar
del
fue–
go 'de las guerras
civiles
y
de las
atrocidades
que hacían cometer ,
la
razon se purificaba,
el
orin
de la barbarie
se disipaba insensible–
mente,
y
las ciencias'
principiaban
á
estable–
cerse sobre principios s6lidos. Las leyes las
mas sabias
y
mas Útiles que se hubiesen he–
cho aun
en Francia , pareciéron
baxo
los
reynados turbulentos de Cárlos IX,
y
de
Enrique
III.
Dos · grandes
Magistrados se
halláron
á
la
ca'bcza d.e
los tribunales,
y
pre–
sidiéron en
la administracion de
la
justicia.
Se
ve bien
que
hablamos
del Canciller
oli,..
E 4
vier,
Sigla
'
XVI.