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'RISTORIA
ICLESIASTICA
S1glo ra ayudarle
á
sostener
su
dignidad,
narqu
XVII.
sabia
que la
renta
de la Silla
de
Ginebra
no
era
muy
considerable.
_Al primer
ohjet
respondió este hombre
santo
que
hahiéndo~
le
dado
Dios por
esposa
la
I~iesia
de Gi
ne~¡a
contra
SU~
deseos
y
esper.l!1Za,
no
!ld
Dlitiria
jamas otra ;
y
al
segundo,
que .
S
hal'labJ.
bien
con
ser pobre ,
y
que
mayor
rentas
le
embarazarían.
El
Rey
admiró su
desinterés ,
y
no pudo
dexar de decir e
presencia de toda la Corte , que
jamas
ha..
bia concedido
graci~
en que se le
hubieser
dado
las
gracias
mejor
que por la no
acep
tacion del Coadjutor de
Ginebra;
Quando el
Santo
Prelado volvi6
á
An·
necí ,
hall6
á
C1audio
de
Granier
muerto
al·
gunos dias hacia,
y
tom6
el
gobierno de
su
Iglesia con
la
resolucion de cumplir por sí
mis·
mo
todos
los
cargo~
del ministerio
pasto–
ral. Su prjmer cuidado fué el qe
reglar
el
6rden de su palacio , donde hizo que se
no·
tase la
sencillez ,
la
modestia
y
la
fruga..
lidad·, igualmente en
los muebles ,
en la
me
sa, ,
y
en
la
eleccion.
y
conducta de los
do–
mésticos.
Despues
los
dos principales
obje...
tos de su
zelo
fuéron
la reforma de su
Cle–
recía
y
la instruccion de su pueblo,
por lo
qual
traba}6 toda su
vida
persuadido
que
en
esto
nunca falta
que
hacer,
y
que un
Pasto:,
cuya
vigilancia
afloxa, bien pronto
ve
destrUir
lo