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y
considera
á
la alma como palomita,
haciemlo nido
y
morada en sus heridas.
Entrese en fas de las espinas,
y
allí pída–
le la pureza en sus pensC:&mientos;
á
las
de las manos,
y
pídale la
rectitud en
todas sus obras, luego
á
las de los pies,
y
pídale que enderece
sus
pasos hacia
su santa leL Ultimamente en la herida
<le su costado,
y
baya allí meditando
todo el dia, bebiendo de aquella sangre
y
agua; pidiéndole inflame su corazon
en amor suyo que lo purifique de cuan–
to sea desagradable
á
sus ojos, que lo
rectifique,
lo conf0t·te
y
lo serene. En
estas conside1·aciones debe emplearse to–
do
el
dia.