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blar la cabeza de conocimientos: tenia por·
fin y objeto crear verdaderas capacidades
para los negocios y empleos públicos, y
verdaderos hombres de Estado. No solo
enseñaban á los jóvenes las lenguas, la
retórica, la dialéctica, el arte militar,
y
las
ciencias mas sublimes, sino tambien todas
las virtudes civiles y sociales;
y
á esta en–
señanza se debe el grande Escipion, ven–
cedor de Cartago
y
de Numancia. Alejan–
dro, Jenofonte, Bruto, Lúculo, César, Po–
libio entre los antiguos,
y
Napoleon en
nuestros tiempos hacen fé , que no hay
grandeza ni gloria verdadera donde las
ciencias y las letras no
so~
el primer ele–
mento, y la ocupacion de todos los ócios
y
treguas de los negocios públicos. Donde
esto falta hallamos hombres aguerridos,
valientes
y
esforzados, pero no busqueis
grandes hechos ni actos heroicos de vir–
tud que los realcen y los hagan amables
y respetables á los venideros.
Sin la ilustracion
y
el conocimiento
de la verdad
y
de la justicia, y los ejem–
plos de la historia, la educacion será vicio–
sa é imperfecta. Para preservar á los jó–
venes del contagio de los malos ejemplos,
de la corrupcion formulada en el princi–
pio del egoísmo ó del crecimiento indivi-