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rador, que se estrellará, sin producir eco, en el pa–
vimento de zafir
y
oro de la
J
erusalem
cel~stial,
de la I glesin, triunfante, de la augusta asamblea de
los escogidos ele Dios (1 ).
Habrán pasado e'1t6nces
el cielo
y
la tie?"?"a,
con sus escenas ele encanto
y
ele horror, con sus virtudes
y
sus crímenes, con
sus alegrías
j
sus lágrimas, con sus gozos
y
sus
dolores,
y
la palabra del Señor,
viva, fecunda, elo–
cuente, imperecedera,
sob?·eviviente á todos esos cam–
bios
(2),
resonará en las alturas,
afianzando los cie–
los superiO?·es
(3),
deliciosa mansion prometida
á
los que perseveraTen hasta el fin
(
4). ·
Entretanto, Dios continúa revelando su accion
oculta en la I glesia,
que N 'uest?·o Sefior Jesucristo
adquiri6 con el p1·ecio de su sangre adorable
(
5) .
Y N
os, clespues de leer el venerando documento
que motiva esta instruccion, no podemos menos
que haceros notar cuán acertadamente se resu–
me en él la doctrina de esta Iglesia, acerca de
la
instit~tcion, pe1pet~tidad, f~terza
y
ncdumleza del p?·i–
maclo
de juriscliccion
y
ele honor, conferido por
nuestro amantísimo Salvador á su Vicario en la
:gen·a,
y
del magiste?·io infalible del Pontífice Ro–
mano,
succesor del bienaventurado Pedro;
y
con
cuanta claridad, solidez
y
oportunidad de doctri–
na se satisface en él la gran necesidad de nuestros
(1) Evang. de S. Mateo, Cap. XXIV, vv. 29
y
3D.
(2)
Id.
•
id.
id.
V.
35.
(3) Salmo XXXli,
v.
6.
(4) Evang. de S. Mateo, Cap. X, v. 22.
(5) H echos de los Apóstoles, Cap.
XX, v. 28.