-
31-
mieron dulcemente en el Señor, legando á sus
pósteros las tradiciones del cielo; r esuena en nues–
t ro oído la voz autorizada de los P rofetas,
qu~
anuncütron por tanto ti empo al E nviado de D ios;
y escuchamos la predicacion de los Apóstoles, que
conversaron con É l, y participaron al mundo ató–
nito
lo
qt~e
lzabian visto,
lo · que lwbián oz'do, lo que
sus p1·opt'cts memos lwbictn palpado del Ve1·bo de la
viclct
(
1), que se vistió de carne pasible y mortal
en el seno de la mas pura de las vírgenes, y que
hoy se h alla r evestido de una carn e inmortal , im–
pasible, gloriosa, y
está sentado á la cliestm del
Padre Omnipotente, ele donde vencl1·á á fuzgar á los
vz'vos y á los nzuertos
(2) .
Cuando llegue el dia de la consumacion de est a
obra admirable; cuando termine la peregrinacion
de
la
Iglesia militante, no será menos prodi–
giosa la accion de Dios, que hoy se oculta fr e–
cuentemente, para dar ocasional ejercicio de nues–
t ra
fé
y de nuestra esperanza. Rasgado entónces
el velo del porvenir, enrarecido el velo del miste–
rio, la naturaleza entera será presa de un vértigo
espant oso, se estremecerá al sentir la presencia
manifiesta del Soberano J uez : el sol padecerá des–
mayos, r ecogerán las estrellas su luz, la luna vol–
ver áse sangrienta y sombría, los cielos se replega–
r án sobre sí mismos; entónce·s tambien los malos
lanzarán un quej ido fúnebre, angustioso, clesgar-
(1) H Epist. de S. Juan , Cap. 1, v.
l.
(2) Símbolo Apostólico.