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ticia
á
sí propio, no es acto de justicia, sino de venganza.
Jesucristo mismo no reputó por suficiente su testimonio, para
convencer á los judíos de su divina mision,
y
les argüía con
los prodijios que le vieran hacer-Si
ego testirnonium per–
hibeo
de me
ipso,
testimonium meum non est verum ••••
Opem quae, ego facio, testimoniurn perh1bent de n.e.
¿O se
dej~rá
la decision al que se halla revestido de autoridad?
Esto seria dar el derecho á quien tenia poder, porque tenia
poder, ponerse de parte del fu erte contra el débi l,
y
agravar
el escándalo.
Cuando las autoridades contienden entre sí,
la razon subsiste, es una misma,
y
para tales casos re–
petiré las palabras que dije en otra ocasion, defendíéndome
de mis adversarios: •·si la materia es controvertible,
ó
se
disputa, si esto y aquello es <"ivil ó espiritual, no reconozco
por juez competente á la autoridad, sea eclesiástica ó polí–
tica, sino á la conciencia del jénero humano en el campo de
la discusion."
Ademas del empeño de que acabo de hablar, hay otro
que igualmente caracteriza á la Curia, y es no mer.os grave
y trascendental; quiero decir, el extremado y altivo concep–
to, que por sistema ha formado de las personas
y
cosas ecle–
siásticas. Debernos desde luego consideraciones y respetos
á
las personas constituidas en dignidad; pero hasta cierto
punto, y sin pasar de ahí, no sea que parezca culto, y que
por respeto al hombre, faltemos alguna vez á la verdad, y
á la virtud: solo respecto de Dios no podemos excedernos
jamas, ni aun llegar á cuanto merece de nosotros el Padre
comun. Se sobrellevan con serenidad las palabras proferidas
contra lo9 gobernantes políticos, aunq ue sean Monarcas ab–
so"lutos; pero decid algo de un Obispo, y cometereis un sa–
crilejio, que será infinitamente mayor, si hablais del Papa.
Los Gobiernos y los ,ciudadanos hacen la guerra
á
otros Go–
biernos, por defender la patria, y el honor de ella, y otros
motivos justos, pero si la haceis al Príncipe temporal del pa–
trimonio de San Pedro, no os vanaglorieis de vuestra j us·
tieia, ni conteis con ella, porque la justicia está siempre
al lado del Papa, por ser Papa. Y ipor qu é esta diferen.
cia?
Porque la Potestad eclesiástica está <l la Política, co–
mo el espíritn
á
la carne, el cielo á
la tierra, y las cosas
divinas
á
las humanas.
Por eso, los disgustos que de no–
sotros reciben los Pasiores eclesiásticos, aunque sea por
deft•nder nuestros derechos, son ofensas hechas
á
su dig–
dinidad; aun las quejas son pecados; la
def~nsa
misma, el
natural
y
sagrado derecho de la defensa propia, de que yo
uso ahora, será tenido por horrible insulto
a
1a silla apos-