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(46)

ticia

á

sí propio, no es acto de justicia, sino de venganza.

Jesucristo mismo no reputó por suficiente su testimonio, para

convencer á los judíos de su divina mision,

y

les argüía con

los prodijios que le vieran hacer-Si

ego testirnonium per–

hibeo

de me

ipso,

testimonium meum non est verum ••••

Opem quae, ego facio, testimoniurn perh1bent de n.e.

¿O se

dej~rá

la decision al que se halla revestido de autoridad?

Esto seria dar el derecho á quien tenia poder, porque tenia

poder, ponerse de parte del fu erte contra el débi l,

y

agravar

el escándalo.

Cuando las autoridades contienden entre sí,

la razon subsiste, es una misma,

y

para tales casos re–

petiré las palabras que dije en otra ocasion, defendíéndome

de mis adversarios: •·si la materia es controvertible,

ó

se

disputa, si esto y aquello es <"ivil ó espiritual, no reconozco

por juez competente á la autoridad, sea eclesiástica ó polí–

tica, sino á la conciencia del jénero humano en el campo de

la discusion."

Ademas del empeño de que acabo de hablar, hay otro

que igualmente caracteriza á la Curia, y es no mer.os grave

y trascendental; quiero decir, el extremado y altivo concep–

to, que por sistema ha formado de las personas

y

cosas ecle–

siásticas. Debernos desde luego consideraciones y respetos

á

las personas constituidas en dignidad; pero hasta cierto

punto, y sin pasar de ahí, no sea que parezca culto, y que

por respeto al hombre, faltemos alguna vez á la verdad, y

á la virtud: solo respecto de Dios no podemos excedernos

jamas, ni aun llegar á cuanto merece de nosotros el Padre

comun. Se sobrellevan con serenidad las palabras proferidas

contra lo9 gobernantes políticos, aunq ue sean Monarcas ab–

so"lutos; pero decid algo de un Obispo, y cometereis un sa–

crilejio, que será infinitamente mayor, si hablais del Papa.

Los Gobiernos y los ,ciudadanos hacen la guerra

á

otros Go–

biernos, por defender la patria, y el honor de ella, y otros

motivos justos, pero si la haceis al Príncipe temporal del pa–

trimonio de San Pedro, no os vanaglorieis de vuestra j us·

tieia, ni conteis con ella, porque la justicia está siempre

al lado del Papa, por ser Papa. Y ipor qu é esta diferen.

cia?

Porque la Potestad eclesiástica está <l la Política, co–

mo el espíritn

á

la carne, el cielo á

la tierra, y las cosas

divinas

á

las humanas.

Por eso, los disgustos que de no–

sotros reciben los Pasiores eclesiásticos, aunque sea por

deft•nder nuestros derechos, son ofensas hechas

á

su dig–

dinidad; aun las quejas son pecados; la

def~nsa

misma, el

natural

y

sagrado derecho de la defensa propia, de que yo

uso ahora, será tenido por horrible insulto

a

1a silla apos-