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nos de aflijirse
á
la vista de esta escritura solemne, que
acaba de publicarse como salida de la Santa Sede; y los
enemigos de ella se regocijarán, al leer un documento tan
escaso de razon, y tan poco recomendable por su conte.
nido. · ¡Cristianos protestantes, que desconoceis la autoridad
del R. P ontifice, no juzgueis de la Iglesiá católica por el
Breve de
10
de Junio! La Iglesia católica no numera en.
tre sus dógmas la infalibilidall de los Papas.
A nadie debe so1·prender la conducta de la Curia, si se
atiende al estado estacionario, en que á sabiendas ha que.
rido colocarse, desde que hubo llegado al logro de sús
pretensiones. El hábito de proceder á su morlo, ha ve–
nido
á
constituirla en una verdadera inmobilidad, en la
impotencia de salir de su carril, donde nada aprende ni ol–
vida. La Curia Romana es un fenómeno irregular, un
ente parado en medio del movimiento general, el anacro–
nismo del siglo, anacronismo personificado. Con esta i·dea
fija, quiere gobernar
á
su placer el mundo actual, como
lo hiciera en tiPmpos pasndos, y su primer elemento de do·
minacion es oprimir el pensamiento, reprobar la
humana
sabiduría,
y pensar ella sola por los demas. No, no; hace
algun tiempo, que el jénero humano está pensando por
si mismo. Oprimir el pensamiento, es insultar á la ra.
zon,
y
degradar nuestra dignidad; es pretender que me.
nospreciemos Ql don de Dios, y que nos avergocemos de
ser hombres;
y
es tomar el empeño de correjir los extrav.ios
de la razon universal con la razon de la curia.
Y ¿qué viene á ser la razon de la Curia? Un sis–
tema de pretensiones humanas, en cuyo apoyo se trae for–
zadamente á J. C. y su santa Relijion, para condenar á
nombre de Dios lo que Dios no ha condenado, para em–
plear el poder dado por Dios, en usos para los que Dios
no lo hubo dado,
y
·para castigar con la au
torid:~.d
de Dios,
lo
qu~
Dios no castiga, y que premiará algun día. Saben
bien Jog de la curia, que cuando
hay
que probar que Dios
hn hnblado, debe ser el obsequio racional, conforme
á
la.
palabra de San Pablo, y que á la razon toca averiguarlo,
y
examinar
y
pesar los motivos de credihilidad, hasta que
se convem;a
y
crea, para entrar despues el hombre, y por
~onsiguiente
ella misma, al campo de la Relijion. En tal
caso no se contrapone la razon
á
la fé sino, como antes
lo he notado, la
ra1.onuniversal
á
la razon de la Curia.
iSG
averigua si tal
d~finicion
conciliar merece el nombre
de dogmática? La razon explora los monumentos de la
historia para conocer, si el objeto de la definicion tuvo ori.