(4·3~
testad, libertad y j1trisdiccion
de
la Iglesia,
err6neas,
impi<t!t
}J
heréticas?
Pero, un Papa no calumnia,
dí·~án;
y
á la sombra de ell'–
te venerable nombre, harán devorar a los fieles crist'ianos
los mayores absurdos. Los Papas no calumnian; pero se
equivocan, y sus congregaciones los engañan, y¡luego los
d~n
por infalibles
á
la cristiandad! Debii1•n advertir los re-–
dactores de l:ts Butlas y breves pontificios,que no hablan-ellos
al universo, sino que hacen hablar al sucesor de San Pe–
d'ro. Aunqu-e en la larga ocupacion que he tenido de
ve r~
sarme en los escritores de la Curia, he llegado á plmet'rarme
d
1
e la pobreza d:e los fundamentos en que apoya sus pre.
tensiones; al oir hablar de la condenacion de mi obra, un
sentimiento d'e respeto á la Silla Apostólica, me hizo reye'–
lar, que quiz•í en el Breve de Condenacion habria a·lgun se–
creto de dignidad, y de algo parecido
á
la justicia, que mé
obligára á emplear las urnas esquisi tas, que la verdad tiene
reservadas para último caso á sus defensores; pero su sim–
ple lectura me confirmó en la antig•ua idea, de qu·e los cu –
rialistas de ahora valen mucho menos que sus antepasados.
En tiempo de Fugnano se hubiera discurrido mejor y cort
mas circunspeccion, y el Cardenal Belarmino no habria he–
cho lo que el Cardenal Lambruschini. He hablado de
circrmspeccion,
y esta palabra repele esotras del Breve-des–
fachatez, audacia, impiedad,
y otras semejantes, que debie.
ron omitirse, por los respetos debidos á la dignidad del P a .
pa,de quya boca se hacen salir; y por los que merecen aque.
llos á quienes él diriji a la palabra; y por los que merecen
tambien esos propios contra quienes se habla, pues
á
la par
de sus censores, llevan sobre sus fr€\ntes. el honor de ser
hombres. Los Papas, asi como los jueces, deben respe tar
á
sus víctimas; condenen, pero no insulten.
¿Que hay pues en el documento analizado, que sea
capaz de inclinar el ánimo en obse"C¡uio suyo? Los que ha.
yan leido la obra habrán advertido, y los que no, sépanlo
desde ahora, que las razones que se insinuan para conde.
narla,
~on
una pura
y
desnuda repeticion de una parte muy
pequeña de los infinitos argumentos, á que he contestado en
catorce disertaciones. iRepetir los argumentos, fué bas–
tante jamás para desvanece r las respuestas que se les die–
¡·an? Asi pues la Curia, abusando de la autoridad del R.
Pontífice, no ha hecho mas que vengarse,
y
condenar por
condenar. Yo espero que la lectura del Breve será sufi–
ciente á los hombres de mediano criterio, para formar jui–
cios en e ta cau a. Los católic-os sinceros no pueden me.