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Ha
apostólica, no pudimos ménos de hojearla,
y
muy luego,
aunque con la mayor amargura de Nuestro corazon, vimos
que ese libro renovaba muchos errores del sínodo de Pistoya,
eondenados ya por la Bula dogmática de nuestro predecesor
Fio VI de grata memoria, y que por dó quiera estaba sembra.
do de malas doctrinas y proposiciones repetidamente conde–
nadas.
En efecto, el autor, aunque católico y, segun se dice,
consagrado al divino ministerio, para seguir con mas seguri.
dad é impunemente el indiferentismo y racionalismo de que
se manifiesta inficionado, niega que en la Iglesia haya potes–
tad de definir dogmáticamente, y que la Religion
dc.laIgle–
sia católica 11ea la única Religion verdadera: y enseña que
cada cual es libre en abrazar y _profesar aquella Religion
que guiado·de la luz de la razon juzgue verdadera; combate
impudentemente la ley del celibato, y á imitaeion de los no.
vadores, prefiere el es lado c<myugal al de virjinidad; sostiene
que la potestad de establecer impedimentos dirimentes del
Matrimonio, dada á la Iglesia por su divino Fundador, emana
de los príncipes, y afirma que impíamente se la ha arrogado
]a Iglesia de Cristo; asegura que la inmunidad de la Iglesitl
y
de las personas, establecida por o.-clenacion de Dios y por
]as sanciones canónicas, trae su oríjen del derecho civil,
y
no se ruboriza en decir, que se debe tener mas estimac.ion
y
respeto para con la casa de un embajador de cualquier na.
cion, que para con el templo del Dios vivo; al gobierno
]aira! atribuye el derecho de deponer del ejercicio del
ministerio pastoral á los obispos, puestos por el Espíritu Snn.
to para rejir y gobernar la Iglesia de Dios; se esfuerza en
persuadir
á
los que llevan el timon de la gobernacion del Es–
tado, á que no obedezcan
11!
Romano Pontífice en lo relativo al
epi8copado y
á
lainstitucion de los obispos;
á
los reyes y demas
príncipes, que por el bautismo se han hecho miembros de la
Jgle. ia, los sustrae 1ie la jurisdiccion de
e~ta
misma Iglesia,
cuaL,si fueran reyes paganos, como si los príncipes cristianos
no fueran hijos y súbditos de la Iglesia en las cosas espiritua.
les y eclesiásticas; aun mas, haeienclo una monstruosa mez–
cla de lo celestial con lo terreno, de lo sagrado con lo pro–
fano, de lo sumo con lo ínfimo, no tiene empacho en enseñar
que, para dirimir las cue$\iones de juris'iiccion, l<l potestacl
terrena es superior
á
la Io-lesia, que es la columna y firma·
mento de la verdad:
fi nal~e nte,
y pasando por aito otros mu.
chos errores, lleva hasta tal punto su audacia
é
impiedad
que con la mayor desfachatez se empeña en sostener, que loa