-VI-
y
á
tantos otros, que han
ilustr<~do
y
enaltecido la polé–
mica religiosa.
Mientras no tf'ngamos al frente adversarios de esta
especie, debemos guardar, en nu estro parque, los ele–
mentos de defensa y limitarnos
á
difundir la doctrina ca–
t ólica
y
combatir los más vulga res errores, que
pulul<~n
contra ella.
Y nos cumple hacerlo, con actividad, con energía
y
sin
la debilidad del respeto humano, que es la suprema debili–
dad de los
espíritus fuertes.
Si las sociedades catól icas hubieran de escribir en sus
banderas un lema de combate, no debía ser otro que la
sublime procla ma de San Pab!o
á
los sold<1dos de Cris–
to:
E:x:eamus i¡;itur ad eum extra castra
impropen.u.rn. ejus
portantes (
I ):
salgamos al campo de batalla, llevando so–
bre nosotros los improperios de Jesucristo, que son siem–
p re un signo de honor
y
un a promesa de victoria.
En resumen,
y
condensando, en un solo pensamiento,
las ideas vertidas e n este oficio, juzgo que el Cong reso
Católico de Noviembre último pone término
á
la era de
la indolencia. de la cohardía, de la inacción
y
de esa es–
pecie de
budism-o misttco,
q ue todo lo espera de la pro–
tección divina,
á
la cual no se hace acreedora, sin embar–
go, con los merecimientos del esfuerzo
y
de la lucha;
y
abre la era venturosa de un a actividad noble, abnegada
y
·constante, que todo lo invad e: el taller, la escuela, la
prensa, la cátedra, el parlamento,
y
el
gobierno. para san–
tificarlo todo
y
coronarlo todo con la cruz de Jesucristo.
Seamos, como esos g loriosos g uerreros de Israel,
á
quie–
nes alaba David, porque, á la vez que cantaban las ala–
banzas del Señor, peleaba n sus batallas, ·con la doble
espada de la doctrina
y
del ejemplo (2) .
Antes de concluir, permitidme, señor Presidente, que
salude con entusiasmo, como un progreso de nuestra
obra, la aurora del sol, que alum brará la reunión del se–
gundo Congreso Catóhco del Perú, en la heróica ciudad
de Arequipa; la cual afianzará este t1mbre de honor,
cuando clave nuf'stra bandera, en la cumbre del Misti.
De allí, de ese pedestal de gloria, no la bajarán nunca
(1) Epfstola de San Pablo
á
los hebreos, cap. :X,III, v. 13.
(2) Salmo 149, v. 6.