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lV -

trono de luz, disipa, al fin, las negras

y

espesas nubes,

que interceptan sus rayos.

A los furores del odio, que, desde sus cobardes embos–

cadas, nos arroja dardos. envenenados por el desprecio ,

la

injuria y la calumnia, debemos responder con los

nobles

y

generosos afectns de la caridad, que olvida

y

perdona; y triunfa del mal, haciendo

el

bi<'n

(1)

A los aullidos de la blasfemia. que

contrist<~

al cielo y

estremece de alegría al infierno, opongamos los himnos

rle la alabanza, el fervor de la adoración

y

las espléndi–

das pompas del culto público.

Todo esto ha hecho el Congr<'so Católico.

Ha proclamado la doctrina_de la Igl esia, sin rlisminuir–

la, ni disimularla; sin cubrirla con vestiduras ajenas, para

darle entrada en la sociedad moderna; ni hacer al libe–

ralismo las cobardes concesiones del interés ó del miedo.

La ha afirmado como es: pura, íntegra

y

en la única,

encantadora forma de su propia luz.

Ha abarcado, además, en su admirable conjunto, todas

las obras que inspira y sostiene la caridad. Encender el

faro luminoso de la civilización cristiana, en las regiones

orientales del Perú; dar

á

los pt-queñuelos el pan de la

sana doctrina, que los disponga á comer, con fruto, el

pan de la vida ( 2); socorrer las necesidades del pobre,

en su lastimosa

y

horrible variedad: hé aquí el hermoso

programa, en gran parte realizado ya.

Ha sostenido, por último. con hidalga

y

noble ener–

gía, la necesidad de que el Estado profese la verdadera

Religión,áfin dequeel culto, que se debeá D ios,sea pú–

blico, grandioso

y

solemne, con toda la majestad que le

imprime el homenaje de la

ación y de los poderes cons–

tituidos. Como consecuencia de esta tésis fundam en tal,

ha defendido

y

encomiado todas las prácticas religiosas,

que la Iglesia

aprueba, anhelando que se realicen, con

la gravedad

y

compostura que su prop1a naturaleza re–

quiere.

Pero estos benéficos frutos no pueden

alcanzar su

apetecida madurez y perpetua renovación, sin las obras

de propaganda, las cuales son principalmente: dar uni-

(1} Epístola de San Pablo

á

los romanos, cap. XII , v. 21.

(2)

Evangelio de

an Juan, cap. YI, v. 85 .