-III-
Lima, Abril 27 de 1897.
Sefior Presidente del Consejo Central d e la Unión
Católica del Perú:
Después de la emancipación política del Perú, no se
ha realizado, en la historia
religiosa de nuestra Patria,
un acontecimiento más culminante
y
trascendental que
la celebración del primer Congreso Católico, inaugurado
en Lima, el 8 de Noviembre de r 8g6.
Ya era tiempo de que los nobles defensores del Catoli–
cismo salieran al campo
á
medir sus armas con los adver–
sarios de la Iglesia, que se discernían á sí mismos las pal–
mas del triunfo, jactándose de ser la mayoría, la fuerza
y
la inteligencia de la Nación.
Los filisteos
y
los incircuncisos se gloriaban del opro–
bio de Israel;
y
sus voces de victoria resonaban, altivas,
en la prensa y en la cátedra, en los comicios populares
y
en las institu ciones públicas.
En tan oportuno momento, y por la feliz iniciativa del
Consejo Central de la Unión Católica del Perú, bende–
cida
y
aplaudida por el ilustre Representante de la Santa
Sede
y
por todo el Episcopado de la República, desper–
taron de su antiguo letargo las huestes católicas, se jun–
taron, se disciplinaron
y
nos dieron el consolador es–
pectáculo de una Asamblea Católica, en la cual debían
plantearse
y
resolverse, con el profundo
y
elevado crite–
rio de la Religión, los árduos problemas, que preocupan
y
atormentan á la sociedad.
Las armas del combate estaban listas, como siempre,
sin enmohecerse ni gastarse, en el antiguo arsenal del
Evangelio.
De allí las sacaría la Iglesia, limpias de toda mancha
y
con la promesa del triunfo, para entregarlas á los solda–
dos cristianos.
Estas armas son proporcionadas y diametralmente
opuestas á las que esgrimen nuestros enemigos.
A la funesta
y
absurda libertad de pensar, que pre–
tende encontrar elementos de vida intelectl\al. en las
confusas tinieblas del error, hay que oponer los hermo–
sos
y
brillantes esplendores de la verdad, que es una.
inmutable, eterna
y
universal;
y
que, como el Sol, en su