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dad, vigor
y
extensión á la prensa católica; poner com–
puertas á las emponzoñadas corrientes de la
impi~dad
y
del
libertinaje, para que no p< netren, en el santuario del ho–
gar; formar centros de acción católica, que, como el de
la digna presidencia de V. el deJas distinguidas sefíoras
de la Unión C atólica
y
el de la juv< ntud estudi osa, son
el honor
y
la espnanza de la Heligión; dar conferencias
pública~,
para redimir al pueblo del yugo de la ig noran–
cia
y
del más ignominioso del error, poniendo al servi–
cio de la verdad católica los descubrimientos de la Cien–
cia
y
las rectificaciones de la Historia ;
é
intervenir, final·
mente, por todos los meJios legítimos, en la vida orgáni–
ca de la Nación, para informa rla del espí ritu cristiano.
A la vist¡¡ de todos están el camino . avanzado
y
las
conquistas alcanzadas, en el vasto campo, señalado por
la Providencia, á nuestra actividad
y
á nuestro celo;
y,
aunque no fueran tan visibles, bastarían, para nuestro
consuelo
y
nuestra gloria, el red oblado encono y la de–
sesperada rabi a con qu e la prensa impía nos ataca, desde
que se reuni ó el Congreso Católico. Ebria de furor, co–
ronada d e serpientes, cubierta de lodo, con el od io en el
corazón y la blasfemia en los labios, ha salido á la arena
del combate, para arroj¡¡rnos al rostro injurias
y
calum–
nias. Enloquecida y delirante, no teme deshonrar8e, con
tal ele ofendt'rnos;
y
ni siquiera repara qve nos da la vic–
toria, sin combatirla. Es un a fiera rabi csa, destinada á
morir con su propio veneno.
Si la causa anticatólica, en el mundo, solo fuera sos–
tenida de tan villana manera, ya estaría irremisiblemente
perdida. Felizmente, para ella, cuenta con valerosos lu–
chadores, que. con las armas de la Filosofía, de la Crítica
y
ele la Historia, pero , con la intachable cortesía ele los
caballeros, pretenden hacer brecha en la Fortaleza de
nuestros d ogmas
y
en la compacta organización ele nues–
tras filas. No lo consiguen, porque el empeño es imposi–
ble; pero, yo me inclino, ante ellos, para saludar su noble
actitud
y
agradecerles, en nombre de la razón
y
de la
conciencia, la dignidad
y
altura con que sosti <>nen el
combate, man teniend o el brillo de sus armas,
y
rindién–
dolas noblemente, ante la majestad de la Iglesia, au –
gusta Madre de la civilización europea. Honor á ellos!
H onor á Macaulay, á Guizot, á Gladstone, á Julio Simón