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-V-

dad, vigor

y

extensión á la prensa católica; poner com–

puertas á las emponzoñadas corrientes de la

impi~dad

y

del

libertinaje, para que no p< netren, en el santuario del ho–

gar; formar centros de acción católica, que, como el de

la digna presidencia de V. el deJas distinguidas sefíoras

de la Unión C atólica

y

el de la juv< ntud estudi osa, son

el honor

y

la espnanza de la Heligión; dar conferencias

pública~,

para redimir al pueblo del yugo de la ig noran–

cia

y

del más ignominioso del error, poniendo al servi–

cio de la verdad católica los descubrimientos de la Cien–

cia

y

las rectificaciones de la Historia ;

é

intervenir, final·

mente, por todos los meJios legítimos, en la vida orgáni–

ca de la Nación, para informa rla del espí ritu cristiano.

A la vist¡¡ de todos están el camino . avanzado

y

las

conquistas alcanzadas, en el vasto campo, señalado por

la Providencia, á nuestra actividad

y

á nuestro celo;

y,

aunque no fueran tan visibles, bastarían, para nuestro

consuelo

y

nuestra gloria, el red oblado encono y la de–

sesperada rabi a con qu e la prensa impía nos ataca, desde

que se reuni ó el Congreso Católico. Ebria de furor, co–

ronada d e serpientes, cubierta de lodo, con el od io en el

corazón y la blasfemia en los labios, ha salido á la arena

del combate, para arroj¡¡rnos al rostro injurias

y

calum–

nias. Enloquecida y delirante, no teme deshonrar8e, con

tal ele ofendt'rnos;

y

ni siquiera repara qve nos da la vic–

toria, sin combatirla. Es un a fiera rabi csa, destinada á

morir con su propio veneno.

Si la causa anticatólica, en el mundo, solo fuera sos–

tenida de tan villana manera, ya estaría irremisiblemente

perdida. Felizmente, para ella, cuenta con valerosos lu–

chadores, que. con las armas de la Filosofía, de la Crítica

y

ele la Historia, pero , con la intachable cortesía ele los

caballeros, pretenden hacer brecha en la Fortaleza de

nuestros d ogmas

y

en la compacta organización ele nues–

tras filas. No lo consiguen, porque el empeño es imposi–

ble; pero, yo me inclino, ante ellos, para saludar su noble

actitud

y

agradecerles, en nombre de la razón

y

de la

conciencia, la dignidad

y

altura con que sosti <>nen el

combate, man teniend o el brillo de sus armas,

y

rindién–

dolas noblemente, ante la majestad de la Iglesia, au –

gusta Madre de la civilización europea. Honor á ellos!

H onor á Macaulay, á Guizot, á Gladstone, á Julio Simón