310
TR&TADO QUJ"TO
mio
Jesuc~isto,
1·eciLe mi espíritu. Santa María, ruega por mí:
María Madre Je Gracia, l\1adre de misericordia,
tú
me defiendes de
mí enemigo
y
en esta hora me recibes.
CAPITULO
XIII.
DEL lUINISTUO QUE DEBE ELEGIRSE PARA QUE NOS AYUDE
A lllEN
monrn.
Si quieres
que
tu muerte sea preciosa en los ojos de Dios, co–
mo
la
<le los justos, tú mismo Le has de ayudar
á
bien morir desJe
luego, viviendo bien, trayendo conlinua meJitacion de tu fin, que
para eso doblan por los difuntos á
fin
de despertarle, Je apercibirte,
de avisarte, que muy presto doblarán por Li, pues ya Le estás mu–
ricmlo, que así lo elijo la mujer Tecuite
á
David
('l ):
todos nos mo–
rimos, toJos estamos en
el
tráusito
Je
la muerte agonizando;
y
co–
mo las aguas Je los rios, vamos corriendo. Por eso llamó el sabio
(2)
á
la viJa muerte conienLe, que comienza
á
correr desde el naci–
miento del hombre ,
y
corre siempre sin cesar,
y
va
ü
parar en el
amargo mar Je la muerte.
En
naciendo, te cogió la corriente del
tiempo,
y
te
lleva tras sí
(5).
Cada uia nos morimos, pues no es
otra cosa vivir, sino acercarnos
á
la muerte,
y
Laut.o adquirimos de
muerte, cuanto pasamos de vida;
y
así, el acal.iar
la
viJa,
es
aca–
bar de morir. ¡Oh miserable del hombre q11e por t:rntas partes Je
toca el serlo,
y
tan Jobladas son sus .miserias, auu Jiasta la sepul–
tura se lo dobla! (4) Cuando sale Je las cntraitas Je su madre, sa–
le uua sepullura,
y
desde entonces comieuza
ü
caminar
ú
otra, que
son las en trallas Je la tierra, sin hubcr i11térvalo de una sepultura
á
otra, sino es
el
de la muerte prolongada, que cuanJo ésta se acaba,
le csconJen en la segunda. Así que nos morirnos, cuundo vivimos;
porque en acaL:rndo de nacer, empezamos
ü
morir;
y
entonces aca–
Lamos de morir , cuaudo acabn mos de vivir;
¿y
tú
crees que eres
(1)
1.
fü ¡;.
1
L
num.
i4.-(2)
Ecc.
51.-(3) Grcg . Naz. oral. <l e li om.
nat.-:·í) Ect.:1. 40.
11u111.
1.