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DOMINGO VEINTE Y CUATRO
bra de Jesucristo; si lo que hay de santo
y
d'e perfecto
en tantos libros devotos no es otra cosa que un extracto
del evangelio ;
i
qué deben pensar, qué no deben temer
tantas personas
á
quienes . son inútiles todos estos soco–
rros , todas estas lecciones?
i
Qué cuenta tan terrible no
tendrán que dar á Dios los que abusan de tantas saluda–
bles instrucciones, y de tantos
y
tan poderosos socorros?
Sin hablar de tantas otras obras devotas llenas de uncion
y
del espíritu de Dios;
i
qué socorros no se hubieran po–
dido encontrar en estos exercicios devotos para todos los
.dias del afio?
i
Cuántos grandes exemplos de virtud en
-la vida de tantos santos, tan propios para confundir nues–
tra floxedad, para hacernos volver de nuestros desbarros,
y
para servirnos tambien de guías,
ó
á
lo menos de mo–
delos?
i
Qué lecciones de conducta mas saludables
y
mas
seguras que las que se habrán encontrado en el evange–
lio y en
la
epístola de la misa de cada día? ¿Cuántas
verdades prácticas en las reflexiones y meditaciones so–
bre estas epístolas
y
estos evangelios? Finalmente , tan–
tos propósitos, tan especificados todos
y
tan acomodados
al estado
y
capacidad de toda especie de personas, ¿de–
xarán algun pretexto á nuestra floxedad
y
á
nuestra ig–
norancia? Instruidos de lo que
Dios
,nos pide
y
nos man -
da,
i
quién puede asegurarnos si no lo hacemos?
i
Por
ventura creemos que nuestros pretextos, nuestras excu–
sas,
ó
por hablar mas propiamente, el no querer nos–
otros debilitará
ó
hará que pierdan nada de su fuerza los
oráculos del Señor?
i
Nos servirá de disculpa el decir que
hemos respetado la palabra de Jesucristo: que hemos es–
tado persuadidos á que era verdad todo cuanto el Señor
dixo; que hemos creído que no babia otro camino para
ir al cielo que el que Jesucristo nos enseñó; pero que no
le hemos seguido porque el mayor número de aquellos
con quienes vivíamos llevaba otra ruta, porque la mul–
titud nos ha arrastrado tras sí? No jgnorábamos que to–
do pasa ,
y
que nosotros pasamos tambien sin detenernos
un momento ; que los bienes
y
males de esta vida pasan
igualmente:
Verba autern rnea non prceteribunt;
pero que
la palabra de Jesucristo no pasará. Todo cuanto dixo del
juicio final, del rigor
y
de la duracion eterna de las pe–
nas del inñerno, de la bienaventuranza
y
de los gozos
inefables de los santos en el cielo, del mérito de las pe-