NOVIEMBRE. DIA
XXVIII.
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perfectamente , ex-cusando otro libro que el de su felicí–
sima y fidelísima memoria. Entre las obras de los santos
padres, las que mas le llevaban la inclinacion eran las
de San Juan Crisóstomo;
y
aunque sus progresos en
la~
letras eran grandes, iban muy adelante de ellos los que
hacia en la virtud. Oía la palabra de Dios con aquel gus–
to espiritual que abre el camino
a
la inteligencia de las
verdades eternas : despreciaba con generosicl ad christiaaa
las grandezas de este mundo, tan vanas como c'aducas;
pensando solo en merecer las eternas, fruto precioso , que
soló le produce la inocencia de la vida. Así se iba for–
mando el jóven Escéban en la virtud y en las letras, mién–
tras el emperador Leon, por sobrenombre Isaurico , iba
madurando el sacrílego intento de declarar la guerra
él
las imágenes de Dios
y
de los Santos. Dió principio
el
ella por
la violent a deposicion del patriarca San Ger–
man, con cuyo motivo muchos católicos abandonáron la
ciudad,
y
se retiráron
a
diferentes provincias para abri–
gar e contra la b orrasca que ya comenzaba
a
encrespar–
se : tormenta que no por eso intimidó
a
los piadosos pa–
dr s de E scéban para que le consagrasen
a
Dios en el
mona cerio de Monce-Auxencio , llamado así, por haber
sido San Auxencio
el
primero que le habitó. Era quinto
abad , de pues del santo fundador, el bienaventurado
Juan.
que viendo , observando
y
oyendo hablar
i
nuestro Es–
téban , descubrió
lo~
altos designios de la d ivina provi–
dencia acerca de aquel mancebo ,
y
recibiéndole en el
n~
mero de su díscípu los , le cortó el cabello ,
y
le dió el
hábito de monge, aunque no habia cumplido diez y seis
· años. Abrazó el nuevo género de vida con increible fer–
vor, dist inguiéndose tanto en el exercicio de todas las vif:–
tudes , qne muerto el abad, todos los monges obligáron
a
Estéban (aunque de sol os treinta años de edad)
a
en–
·cargar e d _ su gobierno. El monas terio que se encomen–
daba
a
su direccion se rt!ducia
a
cierto número de cel–
dillas
u
de chozas esparcidas a quí
y
allí por varias par–
tes del monte , en cqya eminencia se dexaba ver una es-
,
trecha gruta que dominaba
a
las demas' y ésta escogi6
Estéban
para
su habitacion. Desde €lla velaba sobre
tfh ·
dos los dem3s solitarios,
y
desde la misma , como mas
inmediata al cielo , tomaba vuelo su alma para elevarse.
mas·