NOVlEMBRE. DIA
XXIII.
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q edado en aque–
lla
p
bre alma. Para colmo
d
su de. gracia se fo1ma allá
una
conciencia ,
el
cuyo abrigo una per-mna, que por o tra
plrte
fr~qiien(a
lo sacramento!), alimenta dentL' de
u
co–
razon aversiones secretas, emulaciones llenas
de v neno,
peligrosas,
y
aun acaso pecaminosas inclinaciones, cierto
espíritu de amargura y de murmuracion cont ra los supe–
riores, un fondo de prgullo
y
de
amor propio, que se der–
rama en casi todas las accione de la vida. Imagina e tado
mas
peligroso, mas pernicioso,
ni mas
digno
de
lástima
para la
sal
vacion.
PU N T O S E G UN D O.
C
onsidera eq quánto peligro está la salvacion
de u·na
al·
ma que .se halla en tan lastimoso estado. La pobre
ni
aun siquiera conoce el peligro: pues por qué milagro se
xetirará
de
él~
Juzga que se halla
en
buen estado: por
~ón
de pensará en pasar
el
otro~
Confiesa, sí, que no se siente con
el
mayor fervor, que su amor de Dio n<' es el mas fino ni
el
mas ardiente; pero está muy léjos de pensar que se hallaen
desgracia de Dios ,
y
ordinariamente se halla. Desengañé-
1!1ºnos: rarísima vez está una alma por largo tiempo en
la
tibieza
sin
c¡uc coté
en pecaclo
morral; no porque
los
peca–
dos veniale que comete sin escrúpulo lleguen nunca
a
ser
mortales, sino porque es moralmente imposible que el al·
ma viva por largo tiempo en una tibieza, en una inde–
vocion, y en una infidelidad habitual sin que cayga en al–
guna culpa mortal.
Es
para ella sumamente fácil el con....
. sentir en un mal pensamiento. Una alma tibia, privada
por culpa suya de aquellos especial
s
auxilios que son tan
necesarios para resistir
el
las violentas tentaciones , los qua–
les, por lo regular, solamente lo concede Dios
a
la~
almas
.fervorosas
i
saldrá siempre victoriosa de lo
lazos, de los
malignos artificios del enemigo de
la
salvacion, conténua–
mente en centinela, perpétuamente alerta para sorprehender
la
plaza~
No nos engañemos : vivir habitualmente en estado
de tibieza y conservar por largo tiempo la inocencia, es una
quimera en buena filosofía christiana. Toda la diferencia es–
tá ,
en que un pecador claro
y
descubierto ,
un
libertino
de
profesion conoce que
est~
en de.sgraci(l de
Oios ,
y
una·
al~
. ,
ma