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AÑO CHRlSTIANO.

par ados con los nuestros! Quando los enviais afliccio–

nes

besan la mano que los hiere , sin que en su boca

ni

en su corazon se oyga otra voz que

é

ta:

Sea Dios hen–

dito.

Pero

quando nos

vi

ita

is

a

nosotro con tribulacio–

nes,

ni

del

corazon

ni

de la boca se nos caen j amas sen–

tidas quejas y amarguísimas palabras: tan achacosos los ojos

de

nuest ra

fe,

que nunca miramos los desgracias temporales

como favores de vuestra mano; y sin embargo,

~ s

muy cier–

to que el D ios que nos azota es el Dios que nós ama. Encon–

tróse

S

n

Clemente en su destierro con dos mil christianos á

quiene ninguna co a atormentaba tanto como el insoporta–

ble ardor de Ja sed que los abrasaba. Era aquel lugar tan ár–

rido

y

tan seco que entre aquellos peñascos, enriquecidos con

tantaii venas de plata

y

oro,

no se encontraba ni una sola

vena de agua , siendo preciso traerla con gran fatiga de un

sitio muy di'\tante. Movido nuestro Santo del trabajo

y

de

las lágrimas de aquellos illustres desterrados,

se

volvió al Se–

fior,

y

le suplicó

se

compadeciese de aquellos sus fieles

sier–

vos en tan extrema necesidad. Fué oida su oracion,

y

apare–

ciéndosele Jesu-Christoen figura de un cordero, le señalócon

el pie una fuente de

agua

viva, que brotando de repen–

te de una peña, aumentó el respeto

y

la veneracion que

ya

profesaban todos al nuevo Moyses; y acudiendo de

todas partes

a

ser

tes~ig0s

del prodigio , se convirtiéron los

infieh·s

a

la fe. Informado de esto el emperador Trajano,

despachó al presidente Aufidio

para

que hiciese volver al

cu!to

de

Jos•ídolos

a

los que se habian hecho christianos en

vista

de

aquel portento; pero

a

todos los ·experimentó

in–

contrastable~.

Derramaban su sangre; pero mantenían

§U

fe. Despues que el ministro ·del emperador sacrificó muchas

de aquellas sagradas víctimas, viendo que cada uno se

pre–

sentaba

voluntariamente

a

la

muerte, pródigo óde preciador

de

su

v ida , le pareció mas acertado perdonar

a

la muche–

dumbre,

y

castigar únicamente

a

la

cabeza. Habló, pues,

a

Stln

Clemente: inst6le para

que,s~crificase

a

los dioses, aca–

ricióle, amenazóle

para pervertirle; pero

qué

pueden

las

amena zé\~

ni

las caridas contra un

m~rtir,

que

tiene impre–

so en su ccrazon el amor de Jesu- Christo

~

Así, pues, vien–

do que nada ade lantaba, usando de su autoridad , dió

~en­

tencia de muerte co:1tra el Santo;

y

para que no

queda~ e

entre

los fieles rt:liquia suya que pudiese consolarlos , m2n-