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NOVIEMBRE.

DIA XIX.

~89

respondió

1~

Santa. Con efecto, a<::ercóse el

príncipe

al si–

t io que señalaba

la

princesa: vió el manto, tocóle,

y

ha-

116 ser el mismo que había dado al pobre: Así autoriza–

ba Dios con milagros la caridad de Isabel. Movida de es–

ta misma extraordinaria caridad , se resistia

a

vestir ga–

las por al)orrar con que $0COrrer mas abundantemente

a

los pobres. En cierta importante ocasion obró

Dio~

tam–

bien otro prodigio para que

no

quedase avergonzada

de

q

e la viesen en un humilde ti'age ménos correspondien–

te

e}_

su grandeza. Enviaba el rey de Uogría una solem–

ne

embaxada al 1andgrave ,

su

marido ;

y

como éste

no

la viese con toda aquella magnificencia que correspondia

a

la celebridad de la embaxada' la dixo' no sin

aJgun

des–

abrimiento:

Señora, estoy corrido de que no esteis vesti–

da C@rno

~ra

razon para recibir

a

los embaxadores de tan

gran rey. Perded, seiior, cuidado

(le !espondió la Santa)

,ya sabeis que nunca desee agradar con mis vestidos

a

los

Qjos de los hombres temiendo desagradar

a

los de Dios.

Despues que los embaxadores expusiéron su comision al

landgrave, deseáron besar la mano

a

_la

princesa. Admi–

t iólos

a

su audiencia,

y

luego que se dexó ver

la

Sant~,

aquel Señor, que está vestido de gloria , cercado de

mag–

nificencia, y todo cubJerto de luz, derramó súhitamente

sobre la princesa un esplendor tan extraordinario ,

que

quedáron asombrados los

e

nbaxadores. Embargadas las

palabras con el pasmo, con la admiracion

y

con el res–

peto, solo pudiéron decir, que no creían hubiese en todo

el

universo princesa mas virtuosa ni

de

mayor mérito.

Sabiendo muy bien que la ociosidad es la cosa mas

opMesta

a

la verdadera virtud

y

d~vocion

, empleaba en

la .labor todo el tiempo que la sobraba de sus exercicios

eqpirituales

y

obras de misericordia en que se ocupaba.

Era verdadero retrato de Isabel el que hace el Espíritu

santo de la muger fuerte en la sagrada Escritura: humil–

de sin afectacion, modesta sin artificio, vestida como cor–

respondía

a

su elevacion ; pero sin profanidad : inspiraba

en todos veneracion

a

la virtud , haciéndola amable su

apacibilidad

y

su modestia. Admiraba

y

hechizaba

a

to–

dos el agrado con que recibía

y

con que trataba

a

todo

el mundo. Una de sus principales atenciones era el vivir

bien con

er

esposo que el cielo la había concedido, cui-

,

T

dan-