NOVIEMBRE. DIA XII.
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oposicion
a
la murmuracíon ;
y
habiendo fundado toda
la~
doctfi.9a de la religion sobre estos dos preceptos:
Ama-
11ás al Señor Dios tuyo con todo tu cor¡;zon, con toda t7.1
alma'
y
al próximo como
a
ti mismo .,
pa.rece que nada le
puede ser tan. odioso como aquello que destruye y ani–
quila estos dos
p~eceptos
del amor en que consiste toda
la
ley
y
los profetas. No es ménos odioso
a
los hombres
el vicio de la murmuracion; pues ninguno otro hay mas
enemigo de la sociedad civil, ninguno que cause tantos
estragos,
y
nimguno que disimule con mayor artificio su
veneno. Qué otro vicio mas universalrpente extendido? No
perdona
a
grandes ni
a
pequefíos ' ni
a
sagrado ni
a
pro–
fano ,
y
hasta las mismas testas coronadas no pueden evi–
ta·r
su persecucion. Puede haber cosa mas odiosa que
un
hombre que usurpa un poder tiránico sobre la reputacion
de su próximo , que le desacredita
y
le ataca aun quan–
do no se halla en estado de defenderse
~
Este es el ca–
rácter de la murmuracion. La sagrada
Escri~ura
le
re~
presenta como una serpiente que de todos se hace temer:
Terribitis
in civitdte
sua.
Qué estragos no hace en las
ciudades, en las comunidades, en las casas
particulares~
Y qué efecto.s mas funestos que los de la
murmuracion~
No hay virtud-
a
cub,ierto :de sus tiros: no hay pureza
exenta de su vapor. Este empaña la mas cristalina ino–
cencia , deslustra la mas brillante reputacion , degrada la
mas eminente santidad. No queda por el murmurador que
la virtud no pierda tod·os sus derechos con su esplendor,
y
que la idevocion mas exemplar no se haga odiosa. Pero
lo mas extraño es, que este vicio halle tambien lugar aun
entre las personas que hacen profesion de virtuosas. No
se piense, pues, que reyna solamente en las conversado·
nes mundanas
o
entre la gente perdida. Hoy no hay con–
versadon que no se tenga por insulsa, si no la sazona la
sal de 1a murmuracion. Pero qué de pecados,
~uen
Dios,
no brotan de este funesto manantial!
PUNTO SEG U N D O.
C
onsidera que la murmuracion es un pecado tanto mas
enorme, quanto es casi irremisible por la imposibili–
dad moral de reparar los daños que causa.
A las mas enormes culpas se puede
~eguir
un arrepen–
ti-