NOVIEMBRE. DIA VI.
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DIA SEXTO.
San Leonardo solitario,
y
confesor.
S
AN
Leonardo fué francés de orígen,
y
emparentado con
las primeras casas del reyno: en el bautismo le <lió
el nombre ·el grande Clodoveo, y San Remigio le tomó
él
su
cargo. Qué no se debia.esperar de tan santa
educacion~
Correspondio
a
ella Leonardo,
y
aprendió la ciencia de
los San'tos t'.n la escuela de un maestro que la poseía con
excelencia. Era el ánimo
de
su padre que se criase para
cortesano; pero el Señor dió al santo niño muy distin–
tos pensamientos. Detúvose mucho tiempo cerca de San
Remígio, para
que
se le internase mas profundamente la
t intura de ,santidad, estudiando despacio el modelo que te–
nia delante de los ojos. Como San
R
mi$io estaba dotado
de aquella luz superior que alumbra
a
los Santos, cono–
ciendo que Dios te.nía destinado
a
Leonardo para alguna
cosa grande
de
su mayor gloría'
y
servicio, le fué instru–
y endo y habilitando para el ministerio de la predicacion.
Añadiéndose en Leonardo
a
la eloqüencia natural el socorro
del
e
tudio,
a
breve tiempo se puso capaz de predicar. Sus
palabras eran sencillas; pero sus discursos sólidos
y
fuertes.
Con
todo eso, lo
qu~
mas cont r ibuyó
a
los triunfos de su
e loqüencia, fué el desinteres
y
el desasimientq del predi–
cador,
su
humildad
y
su condescendencia. No ha
y
cosa mas
p.ersuasiva que las palabras quando
van
acqmpañadas
·de
los eKemplos. No
se
puede negar que es palabra
de
Dios
la que anuncian
aun
aqu 'llos ministros evangélicos , que no
arregl
n
a
ella
sus
costumb~es
; pero al
fin
el mundo es
de
t al hechura, que quiere ver autorizadas con las obras las
palabras, sin exceptuar hi aún la palabta divina. Veíase en
Leonardo este dichoso conjunto. Volaba
su
fama por to–
das partes; y movido el príncipe de su mérito,
le
con–
vidaba
a
que ·viniese
a
recoger el fruto' prometiéndole los .
mas elevados empleos de palacio; pero nuestro Santo
era
uno de aquellos pocos
hombres
que hacen
quanto
pueden
pa-