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NOVIEMBRE. DIA

V:

93

ha

tocado~

Todo aquel tumulto no le hftce impresion. Es

menester que

el

corazon hable,

y

que

1a

fe obre, si

que–

remos que nos oyga Dios. los clamores del ciego de

Je–

ricó,

~i

no son mas que clamores, son poco eficaces:

es

preciso

que

él mismo declare

a

Jesu-Christo

lo

que desea:

la atencion del ánimo

y

el

afecto del corazon son co–

mo

la alma

de

la oracion. Pues no nos admiremos ya si

somos tampoco oidos. La oracion muerta nada obra. Co–

sa

extraña!

La

misma costumbre de orar es causa de

que

muchas veces no se sepa lo que se hace quando se ora. La

distraccion,

ó

la ninguna aplicacion envilece

y

profana

este santo exercicio. Quando oramos

a

Dios, considera–

mos

que es Dios

a

quien oramos.

Señor, enseñadme vos mismo

a

orar. Confieso que has–

ta

ahora no han merecido ser oidas mis oraciones por

la

poca devocion , atencion y respeto con que las he reza–

do. Espero , Señor , que

a

lo

ménos me otorgareis la que

ahora os hago ,

y

es, que me perdoneis mis irreverencias,

y

me enseñeis

a

orar bien en adelante.

J

A C U L

A

T O R 1 A S.

. -

Orábo splritu

,

orábo

&

mente: psallam

&

spíritu, psa•

llam

&

mente.

1.

Cor.

14.

1

De aquí adelante, Señor, rezaré

y

cantaré vuestras ala–

banzas con el alma

y

con el corazon.

Dómine

,

doce

nos oráre.

Luc.

1

r-.

1J

Señor, enséñanos

a

or.ar

.

PRO POS 1 TO S.

N

O

siempre se gana mas con las muchas oraciones vo–

cales; pero creemos buenamente que la precipita–

cion con que se rezan las dará mayor

valor~

Todos

se ~

imponen

a

mismos

cierta obligacioii

ó

cierta ley·de no''

omitir sus devociones; quándo se impondrán tambien otra >

ley de no

profanarlas~

Duélete verdaderamente de haber

cumplido hasta aquí tus devociones con tan poca religion,

y haz un firme propósito de desempeñar en adelante es–

te acto co'n tierna devocion y con verdadero respeto. Dos

cosas deben concurrir para orar bien: la devocion inte–

r ior

y

el respeto exterior. Procura que todas tus oracio-

nes