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102.

AÑO CHRlSTIANO.

tan santo ; como le llamaba Dios

a

un grado de perfec..

cion

tan

emin~nte,

le estaba siempre inspirando arden=–

tísimos deseos de vida mas retirada. Quando se consi–

deraba en medio del mundo, rodeado de tantos peli–

gros, se llenaba de temor. Las Dignidades Eclesiasti..:..

cas

le pa'recian

tirulos llenos de pesadumbre y de pe–

ligro , y los Beneficios de mayor renta, redes de ma–

yores lazos. Todas sus ansias, todos sus SU <\ piros eran

por el desierto de Grandmont, de que se ha.bia enamo–

rado sumamente. Florecía en él con todo el rigor de la

pri

mitiva

observancia el nuevo Orden Religioso que

ha–

bia

fi.md<

:}do San Estevan el año de 1076 , haciendose

· mas estimable el nuevo Instituto por la vida austéra

que praéticaban lo<\ Monges. Guillermo renunció

genero~

samente sus Beneficios y Prebendas, con todas las gran–

des esperanzas que le prometian su sangre, y sus insig–

nes meritos; y cerrando los oídos

a

los engañosos alhagos

de la carne y sangre ·, pidió ser admitido en el Monaste–

rio. Recibieronle como un don venido del Cielo , y des–

de luego comenz.ó

a

portarse con tanta ref¡Ularidad,

y

tan singular edificacion , que admirado el Abad de aquel

prodigio de virtud, no se pudo contener sin alabarle en

un Concilio pleno

a

presencia del Papa Inocencio

I ll.

y

de todos los Prelados, y Padres que habian concurrido

a

él•

.

Disponíase nuestro Santo para hacer su profesion en

el

Monasterio ·de Grandmont., quando el demonio, zelo-,

so de los progresos que habia de hacer el nuevo Instituto

<'On

up

sugeto tan insigne, excitó en el Monasterio tan

furiosa

y

deshecha tempestad, que faltó poco para que

pereciese en ella toda la Orden. Introducido infelízmente.

el espíritu de division en aquella santa Casa, presto obs-,

cureció su resplandor

y

su lustre. Empleó nuestró Santo.

toda su aplicadon, todo su desvelo, todo su trédito,

toda su reputacion, todos quantos medios le pudieron

~mgerir

su sabiduría,

~

zelo,

y

su industria para resti–

tujr

a

ella la paz

y

la

union' que andaban desterradas;.

pero to<lo fue en vano.

Y

viendo en fin que cada dia se

encol]aban mas Jos ánimos

y

los corazones,

y

que

no

po–

día

reynar el espíritu de

Dios

,

donde

no

reynaba

la

paz,

resolvió pasarse al Orden

del Cister,

tan célebre

por