102
EXERCICIOS
Di~íembre.
zado de su edad,
que era de ochenta años, ni
en lo
exhausto que se ha_llaba de fuerzas corporales á cau–
sa de su penitencia y de sus mucho·s trabajos, se plan–
tó en Cesaréa, en Esci[_Ópolis, y en otras principales
Ciudades de la Palestina; hizo que recibieran el Edic-4
to, y que reg istráran en
~as
Iglesia_s los
qua~ro
Co-n–
cilios
g~neral
s.
Los Católica s foer_on acusadQs falsa–
m~ nte
ante el E nperador Justiniano. San Sabas, que
ya
teáia
noventa años hizo todavía un viage
á
Cons–
tantinopla , en donde el Emperador
Justinia.nole
re–
cibió oomo á un Angel baxado del Cielo., y le conce–
dió mucho mas de lo que pedia; fondó á sus ruegos
un hospital en Jerusalén, hizo reparar las Iglesias
que los Samaritanos habían arruinado,
y
dió orden
para que se fortificase
la
Laura de San Sabas,
para
que los Ermitaños pudiesen retirarse á ella mientras
las correrías de los bárbaros.
Al
tiempo que el
Em–
perador hacía despachar en su gabinete las ordenes
para este negocio, S. Sabcts,
á
quien este Príncipe
ba–
bia
hecho entrar para que estuviera presente al des–
pacho, viendo que había llegado la hora
de
Te.i;cia,
.se levantó para irá rezar su Oficio. El Monge Jere–
mías que le acompañaba, le dixo si pensaba que esta–
ba co.n el Emperador. Lo pienso, respondió
el
Santo;
pero
tainbien pienso que es hora
de
Tercia ,
y
que
Dio me quiere al presente mas en otra parte que aqui.
Paseandose un dia S. Sabas con un l\tlonge joven
á lo
largo del
Jord~n
, pasaron muy cerca de ellos
unas señoras, acompañadas de una dama joven mag–
níficamente adornada. El Santo que andaba siempre
con los ojos .baxos
,-y
que desde su noviciado se ha–
bía
puesto
la
ley de no mirar jamás
á
la cara
de ínu-
ger