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SEñOR NUESTRO.

I

89

que a 'erramó fueron acompañadas de esta quexa

y

reconvencion amorosa : Desventurada Ciujad , que

hasta aquí no has querido conocer lo que deoía hacer–

te sumamente feliz,

i

por qué tienes cerrados los

ojos

a

la

luz tanto tiempo ha'? ¡Oh_,

si

a

lo

mepos·

los

abrieras eri este dia , que es para

ti

un dia de grada

y

de paz; en este dia, en que la voz del Pueblo,

y

hasta

la

de

los

niños te convida

a

reconocer'

ya

admitir

al

u

Salvador

y a

tu Padre, pero estás ciega,y lo quieres es–

tar! Sabete , pues Ciudad infeliz, que Dios que cono–

ce tu c guedad voluntaria , te visitará en su furor;

sabe que el tiempo de tu ruina está ya cerca: dentro

de pocos años te verás sitiada de enemigos que te cer–

carán por todas partes '

y

que habiendote forzad.o

a

rendirte,

hará~

en tus habitadores una horrible carni–

cería; arrasaran tus muros, lo llevarán todo

a

sangre y

a

fuego en la Ciudad, arruinarán de arriba

a

abaxo todos

tus soberbios edificios,

y

no dexarán en

piedra sobre

piedra: así te visitará el Señor, irritado contra tí por no

haberlo quetído recibfr quando te visitó como

Salvador~

y

como Padre. Con esras palabras hace vér claramente

Jesu-Christo que era inas sensible

a

las calamidades de

Jerusalén, que

a

las ac)amaciones que le-daba aquella

gente.

A

su 11 gada se conmovió toda la Ciudad , y

todos preguntaban:'? Quién es este'? Las turbas que

fo

acompañaban respondían: t,Qué no sabeis que es Je- "'"

sus de Nazare-t, aquel gran Profeta , tan podero o en

obras

y

en palabras '? No fueron sólos los Judío$

los

que mostraron las ansias que lenian de saber quí@n era:

Algunos Gentiles de los que··habían ido

a

Jerusa–

lén

a

adorar

a

Dios

el día de la fiesta , no mostraron

menos deseos de verle;

€S

posible que estos -Gentiles

etan