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SEñOR NUESTRO.
I
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que a 'erramó fueron acompañadas de esta quexa
y
reconvencion amorosa : Desventurada Ciujad , que
hasta aquí no has querido conocer lo que deoía hacer–
te sumamente feliz,
i
por qué tienes cerrados los
ojos
a
la
luz tanto tiempo ha'? ¡Oh_,
si
a
lo
mepos·
los
abrieras eri este dia , que es para
ti
un dia de grada
y
de paz; en este dia, en que la voz del Pueblo,
y
hasta
la
de
los
niños te convida
a
reconocer'
ya
admitir
al
u
Salvador
y a
tu Padre, pero estás ciega,y lo quieres es–
tar! Sabete , pues Ciudad infeliz, que Dios que cono–
ce tu c guedad voluntaria , te visitará en su furor;
sabe que el tiempo de tu ruina está ya cerca: dentro
de pocos años te verás sitiada de enemigos que te cer–
carán por todas partes '
y
que habiendote forzad.o
a
rendirte,
hará~
en tus habitadores una horrible carni–
cería; arrasaran tus muros, lo llevarán todo
a
sangre y
a
fuego en la Ciudad, arruinarán de arriba
a
abaxo todos
tus soberbios edificios,
y
no dexarán en
tí
piedra sobre
piedra: así te visitará el Señor, irritado contra tí por no
haberlo quetído recibfr quando te visitó como
Salvador~
y
como Padre. Con esras palabras hace vér claramente
Jesu-Christo que era inas sensible
a
las calamidades de
Jerusalén, que
a
las ac)amaciones que le-daba aquella
gente.
A
su 11 gada se conmovió toda la Ciudad , y
todos preguntaban:'? Quién es este'? Las turbas que
fo
acompañaban respondían: t,Qué no sabeis que es Je- "'"
sus de Nazare-t, aquel gran Profeta , tan podero o en
obras
y
en palabras '? No fueron sólos los Judío$
los
que mostraron las ansias que lenian de saber quí@n era:
Algunos Gentiles de los que··habían ido
a
Jerusa–
lén
a
adorar
a
Dios
el día de la fiesta , no mostraron
menos deseos de verle;
€S
posible que estos -Gentiles
etan