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E X E R C'/CIOS
i~
ÜCTA.YAhechos al Señor deben. hacernos gemir; (pero
la
:abominacion de la desolacion debe. pasmarnos me–
nos? Que los hereges, estos discípulos traidores
y
apóstatas' esta raza de vivoras, vomiten las .mas
horribles blasfemias ·contra Jesu· Christo,
y
que no
cesen
de
gritar :
Tolle
,
tolle
,
'crt1cifige
eum
;
su ra–
bia
y
su furor diabólico excitan nuestras lágrimas
y
nuestra indignadon ; <pero qué se puede esperar
.d,~
los mas furiosos enemigos del Salvador , de los
quales se sirve el·infierno para ultrajar
·á
Jesu-Chris–
.ro en la EucaristÍa
?
Mas lo que es tan extraño co–
mo impío, es el modo indigno·con que se trata
á
Jesu-Christo sobre nuestros altares por sus propios
.hijos , por .aquellos ciue se llaman Fieles. No sé si
tenemos en la Iglesia cosa mas espantosa
y
que dé
mas ·golpe.
El Eroangelio es del cap.
6.
de San Juan.
·
T
N
filo
témport,
dixit Je
sus
turhis
JudttÓrmn:
Caro
mea
roere est cih.11s
;
&
sanguis meus ver.C
tst
potus. Qui mandúcat meam carnem;
&
hihit
mmm .ránguinem
,
in
,¡ne
manet,
&
ego in illo.
Si–
cut misit
me
vivens
P
ater,
&
ego vivo propter
P
a–
trem;
&
qui
mandúcat me,
&
ipse vivetpropter m.e.
Hic
est
panis, qui de ctelo descéndit.
Non
sicut man–
ducavérunt patres vestri
manna
,
&
mórtui
sunt.
Qui mandúcat
h11n1
panem, vivet in
tttérnum.
ME-