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D E V OT O S.

#

3·9

á

la gloriosa

y

triunfante Ascension de su querido

I.,A

AsCEN•

Hijo; y que era todo el consuelo de aquella reden- sroN.

nacida Iglesia. ¡Qué

vil

y despreciable les parece

desde entonces

la

tierra

á

los Discípulos (exclama

un sábio

y

piadoso Intérprete) ;

y

qué amargura

no tiene para aquellos , que en el triunfo de su

duke Maestro han visto brillar algunos rayos de su

gloria

!

Es menester enviarles unos Angeles para

advertirles que aparten los ojos del Cielo.

<A

quán-

tos tibios Christianos no convendria hacerles una

reconvendon muy diversa? Siempre inclinados ácia

la

tierra , jamás levantan los ojos ácia su celestial

patria.

Jesu-Christo no clesapareció en un instante ,

ni

se ocultó furtivamente

á

los ojos de sus Discípulos,

·que eran ciento

y

veinte; sino que se elevó él mis–

mo poco

á

poco por su propia virtud , sin que para

esto tuviese necesidad de que nadie le ayudase.

Quiso que le viesen todos subir al Cielo , para

ha–

cer incontestable este prodigio ; y así como todos

. habian sido convencidos plenamente

de

la verdad

de su Resureccion·, por sus fr,.tqüentes apariciones,

y

por las familiares conversaciones que tuvo con

ellos por espacio de quarenta dias ; así tambien

quiso que todos fuesen testigos oculares de su glo–

riosa Ascension, y del entero cumplimiento de lo

que les babia predicho,

y

tantas veces les habia

traido

á

la memoria; es

a

sáber' que habiendo ve..

nido del Cielo

á

la tierra, debia

en fin

dexar

la

tier–

ra

para volverse

al

Cielo :

Exívi

a

P atre,

les

decía,

&

'Deni in mundum; Íterum retínquo m,undtttn

&

'Da–

do ad

P

atrem

:

Salí de

mi Padre;

y

vine al

mundo;

aho--