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b
1 A
V.
Aun
no s·iendo
mas
que Novici_o , se dudaba huviese
en la Comunidad Religioso mas perfecto. Desde luego se
propuso por modelo de la vida de
su
Santo Fundador ,
y
sin ponderacion se puede asegurar, que salió la copia
pa–
recidl al original. Despues de hecha la Profésion Religic..
sa , solo se dedicó á dese
m
penar
la
perfeccion de su es–
tado ,
y
así
por la santid1d de su vida , como por la
emi–
nente doctrina , que adquirió en la carrera de los
est~l dios,
fu é sin disputa \nno de los hombres nu s sabios ,
y
mas san–
tos de sn siglo.
El estudio inrerrumpia poco ,
ó
na.J.a
la
oracion.
~
Qttie-–
res estudiar con fruto?
dice el n-:tis'nTo Santo en su Tratado
de la Vida E)pidtual. (cap.
2.)
Pues
pro~ura,
que la devo–
cion acampane siempre al estudio. Consulta mas con el Espí–
ritu Santo
,
que con los libros,
y
pide inceJarttermnte
á
Dio·s
la inteligencia de lo que lees.
~Te
cansa
,
t-e
f-tt ig.'~
el e.rtu...
dio~
Pues dúcansa de tiempo en tiempo en las sag radas Lla–
gas de Jesu-Ch isto
:
algun?s irntantes de reposo en su sa–
grado Corazon, ana m nueva f uerza, nueva luz al enten-:
dimiento. In·ter umpe la aplioacion con br$VIJS
,
pero f ervo7
rosas jaculatorias
:
no des principio, ni pongas ftn
á
la tarea
dgl estudio sin
ora-cron
;
porque la Sabiduría es don del Pa–
dre de las lw:n
,
y
de
nin~ttn
modo e.s obra de ny,estro in–
gmi?
,
ni de nuestro trabajo.
A
los veinte
y
quatro años
de
sn edad
le
nomhráron
los Superiores para que leyese Phibsophía
i
los Fraylt s
del ConveL1tO: lo que hizo con tanto crédito , qqe des–
de luego se decLu·áron por discípulos suyos setenta Es–
tudiantes seculares. A vista de aquel primt>r ensayo de
1~
sublimidqd de su ingenio , juzgáron los Superiores , que
para él era corto theatro Valencia. EnviJ.ronle primero
á
Barcelona,
y
despues á Lerida , que era
á
la
sazon ceJe..
bérrima Universidad de Cataluña.
Allí
recibió el grado
de
Doctor , siendo de edad de veinte
y
ocho
años , por ma–
no del Cardenal Pedro de
Vma ,
Legado á la sazon de la
Silla
Apostólica en España. Vuelto
á V
alencb , el Obis–
po, el Cabildo ,
y
la Ciudad le obligáron
á
explicar en
pú–
blico la Sagrada Escritura ,
y
á
leer algunas materias de
L
Theo-