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D 1,A
X
V I I I.
3
2 I
un solo peczdo siete años de
la
grimas, de humillacio n,
y
' de penitencia. ·No es hoy mas .abundante que
er~
entónccs
el
tesoro de los n1éritos , y de la satisfaccion de nuestro Se–
ñor
J
esu-Christo ; no era entónces la Iglesia ménos amo–
rosa madre de lo que es ahora.
~Pues
acáso pide ahora
n1énos satisfaccion la Divina
Justicia~
Es menester que la
satisfaccion supla
a
la indulgencia con que nos trata la Igle-
_sia. La penitencia es igualmente castigo que remedio.
~Nos
hemos de contentar con una leve penitencia por un ntl–
nlero excesivo de enormísimos
pecados~
a
Se ha de buscar
..l~
suavidad en
el
remedio , quando se trata de curarnos de
una enfermedad
mortal~
Ciertamente al considerar de quán-
-tos pecados son1os reos ,
y
la poca penitencia que hace–
mos por ellos, tenemos gran 1notivo para temer que he–
mps
de morir cargados con todas nuestras deudas.
¡
Ah!
¡y
quánta
':'~rdad
es que vivimos engañados ,
y
que hay
po.cps verdaderos penitentes
!
•
1
·
P U N T O S E G U N D O.
a
Consideras·
1
noble2la, si las · dignidades , si la ri–
queza dispensan
á:
los pecadores en
el
rigo·r de la peniten–
cia , á vista de ser tan pocos los- nobles , tan pocos los
ricos, que no se imaginen legítimamente dispensados en
esto de ser penitentes. Y si no ,
a
dónde estan las mortifi-–
caciones de la carne, dónde los ayunos que acrediten
s.llpenitencia~
¡Cosa extraña! Las dignidades , los empleos
mas lustrosos no siempre son los que estan mas
á
cubier–
to contra el desórden ,
y
la licencia de las costun'\bres. Ra–
ras veces se hallan juntas las riquezas con la
inoc~ncia.
La
_abundancia fon1enta las pa.,iones,
y
consiguientemente fa–
cilita n1as el pecado : con todo eso parece , que la peni–
tencia ,solo se hizo para los pobres. Apénas rey-na mas que
~Al
los claustros ,
y
aun dentro de los claustros mismos,
los mas itnperfectos no siempre son los mas penitentes,
ni los mas mortificados. Nosotros somos pecadores: la pe–
nitencia no es de nuestro gusto. Pues
¡
válgame Dios!
~
quién
nos
asegurará~
Ss
¡Mi