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DI

A.

1.

.

3

N

o

podia

tardar en dar

el

üuto correspondiente un

zelo tan puro, tan A.postólico,

y

tan desinteresado. Echó

Dios la bendicion

á

sus trabajos. Ganó los corazones de

todos con su paciencia, con su apacibilidad ,

y

sus exem..

plos ,

y

en poco

tie111.po

mudó de semblante todo el Obis–

pado de Grenoble. No se puede explicar lo .1nucho que

tuvo que padecer : pasaba los dias enteros en instruir,

y

alimentar con la palabra de Dios á aquel Pueblo grosero,

é

ignorante :

y

haviendo encontrado disipadas las rentas

del Obispado , por la n1ala administracion de sus antece-

,

-

.

sores, estuvo tres, o quatro anos sm te.ner con que n1an-

tenerse.

Estas cruces,

y

penalidades eran lo '[mico que le con·

solaba en el continuo escrúpulo que le afligía de haver con–

sentido,

á

su parecer '· con demasiada facilidad en su Con–

sagracion ,

y

de haverse dexado persuadir

á

aceptar el Obis..

pado. No obstante, le apretó tanto este escrúpulo repre–

sentándole siempre sumamente forn,1idable la dignidad Epis–

copal, que,

á

exem¡plo de muchos Santos, determinó re–

nunciarla. Apénas havia sido Obispo dos años , quando,

tomada su resolucion, partió secretamente

á

la Abadía de

la Casa de Dios , Dto esis de Clermont, en la Provincia

de Auvernia; vistió la Cogulla de San Benito, y en

b.rl

ve

tiempo fué modelo cabal de la vida Monástica. Pero in–

formado el Papa Gregario VII. de lo que pasaba, Je en–

vió precepto formal,

y

preciso para que qnanto ántes se

restituyese

á

su Iglesia. Vióse obligado

á

obedecer

á

pesar

de su repugnancia : su precipitada fuga Juvia consternado

á

~us

ovejas : la noticia de su vuelta las

llenó de gozo.

Persuadidos todos

á

que el n1edio único de asegnrarse la

permanencia de tan santo Pastor, era la reforma general

de las costumbres, se empeñáron

á

competencia en cor·

responder

á

las ansias de su zelo.

Casi á los tres años despues que se havia restituido

á

sn Obispado , vino en busca suya el famoso

San

Brur~.o

con sus seis compañeros, para echar los primeros cimien–

tos de aquel Orden celebérrimo, que , siendo

t lllo

de los

mas bellos ornamentos de la Iglesia de

Jesu-Clui~to,

se

A2

ha