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-u-

ta ley del Tridentiuo, que repito es

1

ey del . Estado, soy

Superior nato del Seminario, y por élla estoy facultado pa–

ra expulsar

á

Jos alumnos que tengan un carácter díscolo

ó

pendenciero, que diesen mal ejemplo y que por su edad

y

antecedentes, no fuesen dignos de continuar en el seno

del Colegio; he cumplido, pu és, con esta ley, al confirmar

la separstción del alumno Pedro Félix Borgpño d-el Semi–

nario de esta ciudad.

El Reglamento interno, que actualmente rige en el Se–

minario, al decretar la pena de expulsión á los jóvenes dís–

colos

ó

pendencieros, no ha establecido nada nuevo, sino

únicamente formular en un artículo lo que ya estaba pres–

crito por la ley del Tridentino.

El señor Borgoña discurre extensament_e sobre la nuli–

dad del actual R eglamento del Seminario, no obstante que

él lo reco oció y lo aceptó al colocar

á

su hijo en dicho

Colegio, a ext11emo de mostrarse muy agradecido por ha–

bérsela dispensado

á

su dicho hijo la edad y el estudio de

ciertas el ses . ero ya que el s ñor JBorgoño hace tanto

hincapié sobre este punto, manifestare

á

·us.

Iltma. la

vigencia del indicado Reglamento. La atribución

1.a

del

art. 117 del R eglamento General de Inst.rucción P ública.

ya citado fa culta

á

los Directores de los

Col rgios pa~afor­

mar, oyendo á los Profesores, el R eglamento -interior de

sus respectivos estableci;roientos. Conforme

á

esta disposi–

cion, el

Rect.or

del Seminario señor Estéban Tanoux me

presentó el Reglamento que actualmente rige

y

hallándolo

formado con arreglo

á

las prescripciones del Santo Concilio

de Tren to

y

á

lasque establece el Regl amento General de Ins–

trucción Pública, tuve

á

bién aprobal'lo. Que el Diocesano es

el que debe aprobar el Reglamento interior de los Seminarios

está fuera de toda duda, porque estos se ban.establecidopara

la formación de los jóvenes que han de abrazar la carrera