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( 18)

_su alta polítiea, ¿qué digo? pot•

~na

ínspiracion

del Cielo

salva el principio religioso del mas rudo de los ata–

ques, salva la humanidad" de

un

segundo cataclismo.

Los

pueblos,

á

moner·a de un

torrente Jargo

tiempo

J'eprrsado,

estaban en la

' 'Íspera

de

der·r·umbarse

é

in–

nundat· Ja lierr·a en sangr·e: 6educidns por algunos

i

:npJ.os

que

les habiao

hecho

coocebit•

que

lu Jg!esra

pr·oh•jia la tir·noia,

sosteoia

á

los déspotos

y

era ene:,

miga

de

la

libertad;

la

habrían envuelto

en' la. lucha

de

los tronos,

y

persegnídola de

muel'te.

El Santo

Padre,

guiado pot• el

espíritu de

Dios,

que

siempre

vela

sobre su

esposa, apenas

ocupa la silla de

Pedro,

cunndo

celebrn su

cxaltncion,

olvidando pasadas

nber–

t·aciones

polílicos, rompiendo

cadenas. levantando pt'HS·

cripciones,

abriendo

J s

puertas de la

pah·ia

y

llamando

con

s

1\omnnos

pn con la po!Itica del

nuevo

Papa.

}')~~~~n1

oistia, de reformas

,t

de

pt·o–

g¡·eso; su

i

t

es

lió~t·ules,

sus

magnánimas

con ...

cesiones, su eoost

ot~s

desvelos para alívior

á

sn pue–

blo,y

aplaude

con eotusiosmo

la

lil>eralidad del Ponlifice.

El mundo todo le

ctJnta

un

himno

de

alabanza.

No pen6eis, Sefiores, que al exaltor lns ,·irtudes po·

líticas de

Pío

lX, in

ten

te e

el

i

psnr sus

vi dudes Cl'istianns.

Jamas han ocupado su cornzon ambiciosos deseos: jamas

ha imajinado siquiera nlter·ar el

orden

establecido

en

otras

naciones.

No

pe1·mita

Dios

que

yo

tengn el

nrrojo

de calumoiade, suponiéndole como el principal fautor

de la revolucion europea. El impulso

estaba

dado.

Pío IX seguía la marcha de la sociedad, comprendía que

la libertad era una necesidad del

siglo

diez

y

nueve

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