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_su alta polítiea, ¿qué digo? pot•
~na
ínspiracion
del Cielo
salva el principio religioso del mas rudo de los ata–
ques, salva la humanidad" de
un
segundo cataclismo.
Los
pueblos,
á
moner·a de un
torrente Jargo
tiempo
J'eprrsado,
estaban en la
' 'Íspera
de
der·r·umbarse
é
in–
nundat· Ja lierr·a en sangr·e: 6educidns por algunos
i
:npJ.osque
les habiao
hecho
coocebit•
que
lu Jg!esra
pr·oh•jia la tir·noia,
sosteoia
á
los déspotos
y
era ene:,
miga
de
la
libertad;
la
habrían envuelto
en' la. lucha
de
los tronos,
y
persegnídola de
muel'te.
El Santo
Padre,
guiado pot• el
espíritu de
Dios,
que
siempre
vela
sobre su
esposa, apenas
ocupa la silla de
Pedro,
cunndo
celebrn su
cxaltncion,
olvidando pasadas
nber–
t·aciones
polílicos, rompiendo
cadenas. levantando pt'HS·
cripciones,
abriendo
J s
puertas de la
pah·ia
y
llamando
con
s
1\omnnos
pn con la po!Itica del
nuevo
Papa.
}')~~~~n1
oistia, de reformas
,t
de
pt·o–
g¡·eso; su
i
t
es
lió~t·ules,
sus
magnánimas
con ...
cesiones, su eoost
ot~s
desvelos para alívior
á
sn pue–
blo,y
aplaude
con eotusiosmo
la
lil>eralidad del Ponlifice.
El mundo todo le
ctJnta
un
himno
de
alabanza.
No pen6eis, Sefiores, que al exaltor lns ,·irtudes po·
líticas de
Pío
lX, in
ten
te e
el
i
psnr sus
vi dudes Cl'istianns.
Jamas han ocupado su cornzon ambiciosos deseos: jamas
ha imajinado siquiera nlter·ar el
orden
establecido
en
otras
naciones.
No
pe1·mita
Dios
que
yo
tengn el
nrrojo
de calumoiade, suponiéndole como el principal fautor
de la revolucion europea. El impulso
estaba
dado.
Pío IX seguía la marcha de la sociedad, comprendía que
la libertad era una necesidad del
siglo
diez
y
nueve
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