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das
y
cada una de las virtudes con que se obligó perpotuamcn·
te en el mismo órden. De tnl suerte amó In humildad, firmi–
simo fundamen to de todas las virtudes, que nada le crn mas
grato
y
deleitable que desempeñar los mas despreciables
y
'files oficios del convento: que el llamaroe el mayor pecador,
y,
dobladas las rodillas, besar los pies de los que le solinn llenar
de oprobios, contumelias y escarnios. Aunqne lle1·abn una vi–
da inocentísima, no cesaba de mortificar su cuerpo con ayu–
nos cuotidianos,
y
de macerar din y noche In carne, ensangren–
tándola con cadeirns de hierro, cilicios )' otras penitencias, de
modo que podia decir que llevaba cu su cuerpo la mortifica·
ciou de Jesucristo. A la verdad ¡qué desprecio de todas las
cosas humanas, qué admirable pobreza, qué fiel custodia de la
pura castidad
y
del inviolable pudor! Ardin en ta11tn caridad
de Dios. que se hotrorizaba
y
huia de toda especie de culpa,
auu la mttS leve,
y
pasaba los dias
y
noches en contiuua·ora·
cion: sus conversaciones frecuentes, no eran mas que de Dios
y
de las cosas celestiales:
á
t odos los queria inflamar en el
amor divino: incesantemente recordaba los accrbísimos dolo–
res de Jesucristo,
y
contemplaba el sagrado misterio de su
cuerpo y sangre,
y
se mantenia inmoble dia
y
noche en esta
contemplacion : deseaba grandemente dar la vida por Dios, es–
pecialmente en los imperios de la China
y
el .Ja pon, donde los
gentiles con furor daban cruelísimamente la muerte
á
los
cristianos:
y
cuando continuamente se acercaba al sacramento
de la penitencia y al divino convite de la Eucaristía, era con
tanto sentimiento de piedad, que todo su ardor celestial se
-veía resplandecer en su boca. Este tan encendido amor de
Dios fomentaba la excelente caridad con que admirablemen ·
te amaba
á
todos
y
á
cada uno de los hombres. Asi, pues, con
singular cuidado, especialmente con los pobres, á los que siem–
pre tenia
á
la vista, no solo se empellaba en doctrinarlos en
Jos rudimentos de la
fé
cristiana, y atraerlos al camino de Ja
salud espiritual, sino que en sus mol estias
y
angustíns fuerte–
mente solícito, atendia principalmente
á
poderles servir de
refugio y consuelo. De aquí era que siempre estaba imploran–
do la ayuda
y
limosnas de otros, logrando dotes para las vír–
genes miserables,
y
á otras calamitosas, especialmente á aque–
llas qne estaban 4estituidas de su antiguo esplendor
y
digni–
dad, les proporcionaba vestidos, com ida, dinero
y
todo gé–
nero de alivio. A los enfermos del convento, ó de afuera,
ó de los hoapitales,
y
principalmente á los moribundos, visi–
taba frecuentemente, ejercitando con ellos todos los oficios
de caridad, condoliéndose de s'us miserias, consolándolos
y