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Tengo
fe
en la imperecedei·a dignid a·l d el homhre; en
Iii
olta vocacion
a
la
cual ha sido llamado, aun en el curso de
SU
historia terrena . Sea lo _que se
·-quiera con r especto
a
ciertas n aciones, dig:in lo que gu sten especuladores me-
1anc6licos, parece un hecho probado q ue en
todos tiempos ban sido, en ge–
'nern'l, conti.nuadament·e prog resivas l a felicidad
y
la grancleza del genero hu–
mano. Indud ahlem ente esta tam b ien
acl e1a 1H~ndo
nues tro siglo: su misma in –
quietud, su incesante acti vidad, su d es::ontento, contienen germenes de pro–
mesa . El saber,
In
educacion ,
est.inabriendo l os ojos de l os
indivicluos m as
humildes;
est.inacrecentanclo -sin limite el n6mero cle
las mentes p en sa d oras .
Nuestra vida consiste , con efec to, no en vol ver a tras , n o en perma necer esta–
cionarios , sino en pugna r rcsueltamen te ac ia
ad ela nt~.
D e p ues c1 c todo , nues–
tras enfermedades espit-i-tuales no son mas que d e opinion: no es tamos aherro–
jados si no po r cadenas poi· nosotros mi m os forjadas, y qne no;otros mi smos
p odemos q uebrantar. Grandes mudan zas es tan en via de prog reso : l a epoca es,
:.i.
la
verdad d e d ol er:cias
y
d escon ciertos; pero segun n os asegura un pro•eTbio
'l:onsolador « la hora mas oscura es aquclla q ue esta m as pr6xima
al alba .»
' Los entendimi entos pensadores de todas l as naciones invocan un ciunbio. _Existe
una h on rh
lucba en l a esu·uctura de l a Sociec1acl, una colision ilimitada entre
lo nuevo y l o anti guo . L a t·evol nc ion fr an cesa, segun ah ora percib imos, no
foe
m ndre de este p od eroso m ovi miento, sino su prol e. Aq oellas clos influen–
cias h ostil es , que siempre ex isten en las cos:is humanas , de c uya con stante
m ezcla d epenclen. su seg uriclad
y
sal ucl , h abi:in yaciclo en masas separaclas,
-acumulindose dura nte m uchas gen eraciones : l a Francia
foe
l a escena de su ex–
plosion m as terrible. P ero el fin al
r esultaclo no se d esarroll6 en aquel pais;
y
aun puecle afirma1·se q ueen ninguna parte se ba d esenvuelto . La libertad po–
litica ha sido hasta aqui el obgeto d e e,stos esiuerzos; pero n o pa ra ra n ni pue–
d en parar en eso . E l h ombre se dirige vagamente, a l a luz d e un crepusc ulo
incieno, acia una libertad mas alta que l a m era ex encion d el yugo d e sus com–
·1iaiieros m ortal es . La liber tad, sin la cual es imposible toda vida espiritual, cle–
"pende de inUuen c'ias inlinitamente mas complexas que la extension 6 limitacion
d e lo que se llama « el inter es d emocratico
»
.:_
Quien es aquel que p uecla jac–
tarse d e seiialar
a priori
lo que son esas infl ueneias, honclas, sutiles , Y enma–
-1·aiiadas ? Un nob l e pueb lo hace un gobierno nobl e ;
y
no vice- versa. En gene–
ral, las insti tuciones son mucho; pero no lo son totlo;
a
m enu do se han en–
contrado los es}Jirltus mas l ib rcs
y
sublimes, b ajo h a1·to extrafias circuns tan–
.cias externas. San Pablo,
y
l os clemas Ap6stoles , eran politicamen tc esclavos;
Epitecto lo era personalmente : olvidense l as influcncias ile la Rel ig ion Y de la
Caballe1·ia y preguntese-cual es foeron los paises c1ue produgeron
a
Cristoval
Colon
y a
Bartolome de las Casas
?