ro
i
(Jbras
de
~e
porque ella
templase
el
movimiento,
Con
menés ligercu la
seguía•.
El va siguiendo,
y
ella huye
como
Qiiien siente al pecho el odioso plomo. (3)
Mas
á
fa
nn
los brazos le crecían;
Y
en
sendos
ramos
vueltos
se
mostraban;
Y los
cab~llos,
que vencer
sellan
Al oro fino, en hojas
se
tornaban!
En torcidas raices se estendían
Los bbncos pies,
y
t:ri
tierra se
hincaban.,.
Llora- d amante,
y
buscá
el
ser
primero;
Besándo
y
abrazando
aqud
madero.
Ciiméne, llena de destreza
y
maña"
El oro
y
las €olores matizando
Iba, de hé'!yas una
gran montana,
De rbBles
y
de
peñas
variando.
Un
puerco
entre
ellas
de braveza
~stran·t
Establ
los colmillos
aguzando
Contra un
rnnzo,
no menos animoso,
Con su
venablo
en mano,
que
hermoso.
·Tras
esto
el puerco allí se via herido
De aquel
mancebo
por su mal valiente,
Y éI mozo en tierra
estabJ
ya
tendido,
Ab¡erto
el
pecho
del rabio-so
diente:
Con
el
cabello de
óro
despárcidó
B(ít-
(~)
LcsP@etas
dken
q".ie
Cl~piclo hí~~e
C'on
dns
géneroi.
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de
oto qu::
h1ceJ1
el
an.:or
firme
'f
coirespondid.o»
' y
otras de plomo
que
lo
apána:l,
y'
engendran
los
disd.ene$.
,