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x.
3;.
36.
pregunto
al
Ciego
de
nacim1entd ,
37•
38.
i
r
quien
es
el Señor,
a
fin de que
ya
crea
~
le
replico
el Ciego.
r
Jesus
le
dixo:
Tu
,
tu
miJrno le
has
visto
:
e$
el
que te está hablando. To creo, Se–
ñor
(
dixo el
Ciego )
y
le adoro:
y
as·
en
otras varias
partes. Luego
I'
.
..
.
, ~'.
quando
no responde
de
este
inodo
sencillo , tan digno de su Divina
Magestad ,
consiste en que
los
hombres no merecen que se
ma ...
nifieste'
y
descubra
a
ellos de esa .
suerte.
¿En virtud de
que
poder haces
esas
cosas~
Ya
les havia respondi–
do en otra ocasion semejante , en
presencia de todo el Pueblo. Por–
que haviendole dicho
a
un Parali–
co , que le
traxeron
para
que
lo
curara :
Hombre, tus pecados te han
sido perdonados
(lo
qu,,e en la
subs–
tancia
era
incomparablemente
mas
prodigioso ,
y
admirable que todo
quanto
hasta
entonces
havia
hecho)
los
Doétores
de
la
Ley
estrañaron
ese modo de hablar,
y
Jesus les
4ixo de esta
suerte.
¿
Quat
es rnas
fa-