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Nombrado miembro

informante de

la Comísion que acaba de dictami–

nar sobre la Convencion de Paz cefebrada, creo

innecesario, Sr. Presidente,

hacer alarde de esa elocuencia ficticia que se emplea para defender las malas

causas.

•No.

, Cuando se trata del bien de la P atria; cuando se hata de curar sus hon–

das heridas y de terminar una guerra sangrienta y devastadora que acabaria

por destruir nuestra riqueza, nuestro crédi to y sobre todo estinguir la vida de

tantos orien tales, no hay necesidad de palabras elocuentes sino apelar al sen–

timiento noble que brota de todos los corazones, y ese sen timiento nos dirá

que la Paz es una i: ecesidad

indispensable.-(Estrepitosos aplausos.)

• Mientras

la

lucha pudo estar revestida de otra forma; mientras pudo

lucharse con

la esperanza de obtener una victoria decisiva; mientras pudo

claudicar algun principio, yo,

señores, siempre me coloqué en un puesto de

que jamas decliné.

• Pero hoy que veo que por una convencion de

familia, un tratado cele–

brado

entre hermanos, iremos á la reconstruccion de

los Poderes Públicos

que deben dirigir

la Patria y evitar

la efusion de sangre y abrir nuevos y

vastos horizontes al progreso, libertad y bien estar en nuestra querida patria,

hoy, señores, seré yo el primero que

levante la voz muy alta para decir que

h abria hasta traicion en no suscribir la paz.

(Mitchos bravos

y

aplausos.)

, No hay en Ja Convencion de P az celebrada por el Gobierno un solo ar–

tículo desdoroso ni que coarte en

lo mas minimo

las atribuciones del P. E.

de Ja R epública.

• Aun esas J efaturas de que se

h a hecho atmósfera, el Presidente de la

República solo ha ofrecido colocar en ellas ciudadanos que ofrezcan garantías

para todos .

, Es una atribucion privativa del Presidente ele

la R epública, y estará en

su perfecto derecho de h acerlo, y esto es un acto que lo honra; porque el

modo de hacer efectiva la paz es dar participacion política á todos los parti–

dos en que estamos divididos, p ara que no se crea que tenemos confianza en

el predominio, para que la Influencia

oficial no se oponga al

libre ejercicio

de lo• derechos del ciudadano y se vean representados uno y otro partido, y

entonces, ante la influencia que ese equilibrio ejerce, la paz será una realidad.

(Aplausos.)

, No creo, Sr. Presidente, ante

la

genero~idad

y nobleza del Pueblo

Oriental, que pueda ser materia de

cuestion hoy ni nunca, la

insignificante

suma que se destina para el desarme <le las fuerzas revolucionarias; y si hubiese

alguien

tan mezquino

que comparase

los horrores de

la

guerra

con los

quinientos mil pesos que se prometen, yo le presentaria dos argumentos:

• Primero-Cuánto se gastad a en un mes mas de guerra sin resultado?

, P ero habría un argumento mas alto que todos.

¿Qué plata del mundo podrá pagar la sangre de los Orientales que puede

derramarse y

qu~

indudablemente

se

derramaría si

la paz no

se hiciese?

(Aplausos prolongados,