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raban, movimiento que repitieron varias veces, acampé nuevamente, permane·

ciendo el enemigo fuera del alcance de nuestros tiros.

,, La noche pasó tranquila sin que fuera incomodado en mi campo.

»

Esta madrugada formé nuevamente mi línea y me lancé sobre la enemiga

con ánimo de obligarlos

á

pelear. Vanos fueron mis esfuerzos, señor Presi–

dente; el enemigo no espera. Hoy como ayer se puso en retirada.

»

Le he perseguido mas de dos leguas,

siempre tiroteándolo y hostilizán·

dolo y arrollando todas sus guerrillas.

>

Por último dividió sus fuerzas en varios grupos, haciendo mas dificil su

alcance, pues el número de caballerías de que dispongo es inferior á las que

tengo al frente, y para perseguir con suceso, es el arma de que necesito.

Convencido de lo vano de mis esfuerzos, dadas las razones espuestas, he ba·

jado

á

las puntas del Yí á acampar á la gente para darles de comer, y des–

canso á las caballadas que ccn las tareas de estos

tres días temia inutilizar.

»

El enemigo, en consecuencia de este movimiento, me echó sus guerrillas

que se tirotean continuamente con las mias,

No tendría mas que formar mas fuerzas para verlo retirarse, pero esto seria

estar eternamente maniobrando, y ni!debo ni pueblo hacerlo, porque el soldado

necesita descanso.

~

Esto es todo cuanto tengo que informar á V. E. sobre los movimientos

de nuestro ejército y el del enemigo.

,, Lamentable es, señor Presidente-que no me sea posible anunciarle algo

mas decisivo é importante.

" Saluda á V. E. con toda consideracion su respetuoso amigo.

Enrü¡ue Castro

»

(1)

(1) P asaron de tan distinta manera los hechos narrados por el General Castro en el parte

que acabamos de reproducir, que no podemos por meno• que refutárselos, para colocar las

cosas en su verdadero terreno.

En primer lugar, no es exacto que el General Castro alcanzara á los revolucionarios en el

p aso de SanJuan del Cordobés, pues esto importaria que los iba persiguiendo;

á

quien alcanza–

ron allí, ó mas bien en Ja sierra de San Juan, inmediato á aquel paso, fué al General Castro

que venia huyendo de Jos revolucionarios.

Y respecto á Jo demás, el que huyó fué el ejército del Gobierno, que se Je persiguió en un

trayecto como de 40 leguas, sin poder lograr los nacionalistas que les diera batalla ni siquiera

que los esperase.

P ero no queremos ser nosotros los que narremos los sucesos; dejamos la palabra á un jefe

de los revolucionarios que fué actor de aquellos acontecimientos y á quien hemos pedido los

detalles del encuentro, y despues reproduciremos dos

cartas

de dos jefes colorados que se en–

contraban en el ejército del General Castro, dirigidas ambas á

El Siglo

y

los comentarios de

este diario á la fuga del ejército del gobierno.

H abla el jefe nacionalista :

>

En la persecucion que se le hizo al General Enrique Castro, no sabiendo con exactitud el

General que mandaba la vanguardia nuestra don Angel Muniz el número de fuerzas que tenia

su enemigo, ordenó al Comandante Juan Antonio Estomba que con el Escuadron Escolta, Jo¡

agregados del M ayor Lamela

y

los infantes del Comandante Yarza, marchase sin pérdida de

tiempo á efectuar tan necesaria averiguacion por medio de un reconocimiento que debia haceor

sobre la columna del Gobierno.