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MOISES ARROYO POSADAS
Buenos Aires, para obligarlos a estimar una obra tan
í ntimamente nuestra. Aunque para alguien no sea más
que la de un " simple especulador intelectual". Ni la
j uventud del escritor, ni la brevedad de su trabajo jus–
tifican las reservas y los juicios precipitados
~e
algu–
nos "consagrados''. Arguedas les presenta una sufi–
ciencia de peruanidad que debieran comprender. Y
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es que bajo el peso de una secular opresión, la de nues–
tros escritores es todavía, en mucho, una "literatura de
bufones y lacayos". En Europa "Literatura Interna–
c ional", le ha hecho el honor de traducir "Agua" a
v arios idiomas y los juicios que se han emitido son bas–
Úmtes como para que algunos periodistas y estudiosos
que no lo han entendido todavía, mediten seriamente
y
(por qué no decirlo? Las esferas oficiales deben
acu dir a reparar la injusticia de tenerlo, en una obra
de valor nacional, relegado a sus propias fuerzas.
La apreciadón de los libros, se ubica en una co–
mo estimativa sociológica, en los estudios de Bejarano
' lzarra y en cierta incomprensión
ex~usable
de José Ji–
ménez Borja cuando nos dice: "Perjudica tal vez a Ar–
guedas el exceso de identificación con los objetos de
su novela corta. Está su alma tan adentro de ellos,
c·omo en adoración panteísta que a veces el artista pier–
de la necesaria individualidad. Los d iálogos entre los
indios, por ejemplo, está bien que sean textuales, en
rica acumulación folkiórica. Pero a ratos el narrador
pierde su autonomía y escribe lo que le
co~responde
a
su personal observación con lenguaje de paisano ladi–
no. De este defecto deberá necesariamente libertar–
se Arguedas para que su prestigio
y
con él un aspecto
interesantísimo de nuestras letras,
a~quiera
verdadera
contine~tali~ad".
Lo¡~ ~~cho!l
no J¡an
~a~o juatifi~.a-