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Lago Miguilla.

aimaras. La guerra de conquista y extermi–

nio que se desencadenó entre éstos antes

del coloniaje, ahuyentó a los salvajes, que

tuvieron que retirarse a las serranías y

bosques orientales, sin dejar huella alguna

de trabajo. Desde allí comenzaron, enton–

ces, a hostigar constantemente a los que–

chuas y aimaras. Por algunas ruinas se–

mejantes a castillos construídos en lugares

prominentes y ciertas edificaciones con

trazas de fortaleza, en la región de Sa-cam–

baya que, en forma escalonada se inter–

nan al oriente, se deduce que los quechuas

iniciaban la empresa de someter a los sal–

vajes; pero tuvieron que abandonarla al

producirse la conquista de América por los

españoles. Del dialecto mosetén no quedó

señal alguna. Los aimaras trajeron su idio–

ma y los quechuas el suyo.

LA PROVINCIA DURANTE LA VIDA COLONIAL

Los jesuítas fueron los primeros espa–

ñoles que, a mediados del siglo XVII, se

internaron en los valles de lnquisivi, fun–

daron poblaciones y edificaron templos con

obreros indígenas llevados del Altiplano.

y,

en realidad, como se ha dicho ya, no lo–

graron someter a la fe católica sino a unos

pocos salvajes. Las misiones más antiguas,

fueron

]avara, Sacambaya,

· y

Cotambito.

D. Rigoberto Paredes, en su Estudio Geo–

gráfico, dice sobre el particular: "Después

de la Conquista española, los bárbaros re–

pitieron sus irrupciones y para contenerlos

se hizo necesario constituir destacamentos

de fuerza armada en los pueblos de Yaco

e lrupana. Se conservan aún con el nombre

de "Espía", cerca de la confluencia de los

ríos Miguilla y La Paz, el lugar donde los

del último pueblo, colocaban vigías que

diesen a sus moradores la voz de alarma".

En el coloniaje. los españoles adoptaron

la política de poblar los valles de lnquisivi,

que según informes de los misioneros je–

suítas, eran fértiles y muy ricos en oro.

Para esto dieron tierras a los indígenas del

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